Ureña, entre la épica y el drama, se salva en Madrid

Ureña, entre la épica y el drama, se salva en Madrid

Con San Isidro y Beneficencia vencidos y ya bien metidos en junio quedaba la Corrida In Memoriam. Inventos de Plaza 1 que, en esta ocasión, homenajeaba a un torero de Madrid que todos llevamos en el corazón:Antonio Chenel «Antoñete», por tantos motivos. El torero del mechón blanco volvió a la memoria colectiva el día que Manzanares, Talavante y Ureña hicieron el paseíllo en su honor. Esta había sido su casa, y no era un decir. En las dependencias de la plaza se crio el pequeño Antonio que ya soñaba con ser torero. Y lo fue, pero era otra cosa. Era la época en que ser torero no era cuestión de ambición sino de calmar un estado del ser que te devoraba por dentro. No había otra. De ahí que casi sesenta años después se siga hablando de «Atrevido» y de aquel toro de Osborne y de la carrera de un torero repleta de altibajos y víctima de sí mismo. El clasicismo y la búsqueda de la pureza hizo el resto.

Una exposición le rendía tributo en los interiores de la plaza. Delicia. Se guardó un minuto de silencio antes de que saltara al ruedo un toro viejo que se comportó como tal. Era para José María Manzanares, que se llevó una voltereta en el comienzo de faena cuando intentó ligar los primeros pases. Hizo la faena después al hilo de las tablas y prácticamente en todo el ruedo porque el Jandilla iba dando la vuelta al salir suelto. Sobre la mano derecha Manzanares quiso ahormar esa arrancada brusca, incesante y descontrolada del toro, con el denominador común de salir suelto. La espada se le fue abajo.

Talavante sorprendió al irse a portagayola con el segundo y después le sorprendió a él el toro. Frenado y a la espera. Salió bien y ya era el milagro. Tuvo unas buenas arrancadas después en la muleta hasta que se rajó. La faena de Talavante pareció que despegaría. Cimentada al natural, su pitón bueno, y por donde le cogió el aire en los primeros compases acabó por desinflarse entre la nada.

A Paco Ureña le tocó un tercero sin ritmo ni ganas de empujar y anduvo con poca claridad de ideas el murciano.

Hubo un parón en el cuarto con dos sobreros hasta que se lidió un tris de El Pilar, tan noblón como flojo con el que Manzanares poco pudo hacer y entonces no es que cundiera el desánimo es que nos vino toda la feria encima con esa sensación de que la tarde no solo seguía la mala tónica sino que la superaba. ¿Qué demonios estaba pasando en Madrid? Con ganas de huir a cualquier lugar (la afición), Talavante intentó lo imposible porque el toro además de que tenía media la arrancada perdía las manos cada dos por tres. Un regalo (ironía on), para todos los sentidos.

Paco Ureña dio una vuelta del revés. A todo. Fue el sexto toro con muchas complicaciones, de los que sabían lo que se dejaba atrás a pesar de que colocaba la cara abajo, pero se revolvía raudo y veloz al segundo o tercer muletazo, como mucho. Fue por eso que cazó a Ureña después de haberlo avisado y lo soltó como un muñeco, semi inconsciente. Se lo llevaron y a medio camino volvió como si regresara de una guerra. Madrid enloqueció, era el Paco que hemos visto otras veces. Épico y dramático, muy meritorio, pero también a merced y con esa imagen de no saber quién va a caer antes si toro o torero. Lo mató, cortó un trofeo y se fue a la enfermería. Se salvaba su tarde.

Ficha del festejo

Las Ventas (Madrid). Corrida In Memoriam. Se lidiaron toros de Jandilla y Vegahermosa, 3º. El 1º, manso y rajado; 2º, repetidor y noble; 3º, sin ritmo; 4º, sobrero, tris, de El Pilar, noble y soso; 5º, deslucido; 6º, complicado. Lleno de «No hay billetes».

José María Manzanares, de grana y azabache, bajonazo (saludos); dos pinchazos, estocada (silencio).

Alejandro Talavante, de nazareno y oro, pinchazo, estocada, aviso (silencio); pinchazo, corta baja, dos descabellos (silencio).

Paco Ureña, de verde hoja y oro, estocada (silencio); estocada (oreja).