Vergüenza europea

Vergüenza europea

El aplausómetro de Miguel Ángel Aguilar dicen que puede volver al Congreso para medir la intensidad de las palmadas de sus señorías. No estaría mal que se instalase en la Cámara si, como contaba el veterano periodista, se alcanzaban las mayores cifras de ruido cuando mayor era la chorrada lanzada desde el escaño. La aguja, qué tiempos de esplendor analógico, se hubiera partido ayer de lo roja que se dejaron las manos los beneficiados por la Ley de Amnistía, aplaudiendo porque se salen con la suya como los mercaderes del bazar turco cuando te timan, sonrientes, tras el regateo.

Antes de que empieces a bajar, ellos ya han ganado desde el comienzo; pues con estos chicos del “procés”, igual. Desde el principio se sabían ganadores porque tienen al Gobierno atado en corto. “Si usted llega con las manos manchadas se las puede lavar con la amnistía”, que es lo único que ha tenido éxito desde que arrancó el numerito catalán. Ni han logrado el referéndum, ni han proclamado la independencia, ni se han separado de España como un Estado independiente, ni nada de nada de toda la monserga aquella con la que nos dieron la matraca durante años y machacaron, de paso, a la mayoría de los catalanes que no querían saber nada de aquel esperpento.

Pues todos a aplaudir como en aquella proclamación republicana, chusca y efímera del “Señor del Maletero” antes de fugarse cagado de miedo. Este anomalía ya la tenemos incluso asimilada, pero nos viene de perlas a las puertas de las elecciones europeas como carta de presentación, para colocarnos ante el espejo y valorar qué clase política legisla con nuestros votos semejante esperpento.

En la UE no ha sucedido ni un episodio similar tan vergonzante desde el final de la IIGM, sus democracias son fuertes no porque tengan mayor tradición, sino porque no se permiten bochornos como el que sufrimos ayer en el congreso. Por mucho que nos lleguen las cartas para votar con la bandera de las estrellas seguimos en la caverna, no estamos en Europa. ¡Entérese!