Victoria indiscutible del Partido Popular

Victoria indiscutible del Partido Popular

Son las terceras elecciones sucesivas libradas a nivel nacional que ha perdido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, frente al Partido Popular que lidera Alberto Núñez Feijóo. Podrán los equipos de propaganda de La Moncloa intentar desvirtuar el hecho e, incluso, vender una supuesta remontada, que sólo estaba en su imaginario, como si fuera una victoria, pero la realidad tozuda es que se trata de la tercera derrota del secretario general del PSOE frente a los populares y, además, con la mayor diferencia de la serie.

Si en las elecciones municipales el PP quedó algo menos de tres puntos por encima de los socialistas y en las generales venció por apenas dos puntos, la diferencia a favor de Feijóo en la cita europea ha sido de más de cuatro puntos. Ciertamente, la baja participación, habitual en esta convocatoria comunitaria, no permite hablar de «plebiscito», pero, en cualquier caso, Pedro Sánchez debería tomar nota de que la estrategia de enfrentamiento y polarización no le ha sumado un sólo voto, aunque sí ha favorecido, como viene haciendo la socialdemocracia desde hace demasiado tiempo, el crecimiento de la extrema derecha populista, que en estas elecciones ha tomado la forma de un partido personalista, Se Acabó la Fiesta, de Alvise Pérez, que ha igualado a Sumar y superado ampliamente a Podemos. También han mejorado sus resultados los conservadores de Vox, que vuelve a ser la tercera fuerza más votada y, dicho sea de paso, la tabla de salvación de un partido socialista que se sostiene en la división, parece que irreversible, del centro derecha español.

Si contemplamos los resultados generales de los partidos del Gobierno y de sus socios parlamentarios, especialmente malos en el caso de los nacionalistas catalanes, no cabe otro análisis que la pérdida de espacio político de la coalición gobernante, lo que permite reclamar una nueva consulta a los españoles, ya con elementos de juicio como la amnistía y los casos de corrupción socialistas presentes.

Asimismo, los resultados en España siguen la misma tónica general que los del resto de nuestros socios, con un giro más pronunciado al centro y a la derecha, que obtiene más de diez puntos sobre la izquierda. Alberto Núñez Feijóo aporta, pues, 22 diputados a los populares europeos, es decir, 9 más que en la anterior Eurocámara, incrementando el peso de España entre los conservadores del Continente, que han ganado ampliamente los comicios de la UE.

Sin embargo, la victoria del Partido Popular Europeo no debería ocultar que una parte no pequeña de la ciudadanía comunitaria ha elegido opciones populistas de derecha radical, con la victoria de Le Pen en Francia y el enorme avance del AfD en Alemania como buques insignia, que son reflejo, como señalábamos en estas mismas páginas, de décadas de políticas elitistas, insensibles a los temores y preocupaciones de la población y que se han mostrado más preocupadas por las demandas de las minorías y las vanguardias de los «nuevos derechos» que por atender a la realidad cotidiana de sus conciudadanos.

Las muestras de descontento que supusieron las revueltas de los «chalecos amarillos», las movilizaciones del mundo rural y la alarma social por la creciente inmigración irregular ya advertían del divorcio entre los «grandes objetivos» planteados por las élites comunitarias y la percepción negativa de las gentes del común frente unas políticas climáticas, energéticas industriales y agrarias que amenazaban a muy corto plazo sus medios de vida. El golpe que se han llevado los partidos «verdes» abona esta realidad. Toca ahora a los partidos del centro derecha europeo devolver la confianza a los ciudadanos, atemperar los miedos que son el caldo de cultivo de los extremismos y acompasar los compromisos adquiridos con unos ritmos de aplicación asumibles social y económicamente para la gran mayoría de los ciudadanos.