Violentos, provocadores y «forofillos»

Violentos, provocadores y «forofillos»

Se habla y no se para durante toda esta semana –hipócritas rasgados de vestiduras aparte– sobre algo tan poco nuevo y por desgracia pendiente de erradicar como es la violencia en el deporte, a propósito del reciente y triste espectáculo vivido en el Metropolitano. Vaya por delante que muy contados energúmenos que casi hacen modo de vida de su condición de radicales deben ser erradicados de los estadios a la mayor brevedad y de la manera más drástica y ejemplar, sobre todo porque los otros setenta mil aficionados que han pagado su entrada para ver un espectáculo, que acuden con niños de la mano y que viajan cientos o hasta miles de kilómetros para animar a su equipo no merecen, ni el bochorno ni de las posteriores consecuencias disciplinarias. Dicho esto de manera clara y meridiana para que no queden dudas, también cabe añadir algún que otro elemento nada menor solapado con el problema y que no escapa, ni a la hipocresía de los oportunistas sobre lo políticamente correcto, en especial desde bancadas de la política, ni a un indisimulable tufo de forofismo periodístico muy evidente a la hora de bordear la objetividad informativa cuando hablamos de «derbis» como el del pasado domingo. Y es que en el mundo del fútbol también hay quienes no dudan en enfundarse la camiseta y pontificar ante una cámara con la redacción de fondo. Pero especial atención merece el colectivo de los propios futbolistas profesionales, estrellas en muchos casos en las que se miran unos menores ante los que deberían ser ejemplo y que ganan –valgan como media los veintidós que contemplábamos hace cuatro días en el Metropolitano– varios millones de ficha anual. Los deportistas deben ser preservados de toda violencia como le ocurrió a Courtois el domingo o de toda agresión racista como ha venido ocurriendo con Vinicius, pero son justo estos y otros nombres idolatrados por millones de niños quienes deben guardarse de ser los primeros en la provocación frente a una parte de la grada. El brasileño merecería algunos consejos y el belga parece experimentar una inevitable inclinación hacia la polémica con la afición ajena «salta pequeño canguro y a los madridistas que les den por c…», cantaba hace tiempo en el balcón del ayuntamiento cuando su equipo era el rojiblanco. Violencia cero en los estadios y a ser posible con todos retratándose.

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