«Y es cosa bien señalada…»

«Y es cosa  bien señalada…»

Cuando reviso el caso de Gisèle Pelicot, la mujer cuyo marido invitó a decenas de hombres a abusar de su esposa drogada durante diez años, más allá del horror, que creo que jamás podré apartar de mi recuerdo, me indignan los intentos de justificarse o de zafarse de una parte de su culpa, tanto del esposo/monstruo como de alguno de sus invitados a participar en el espanto de la violación continuada de una mujer sin voluntad. La propia Gisèle, valiente y entera, imploró en el juicio que no se victimizara a los verdugos, empezando por el propio Dominique Pelicot, que aprovechó la ocasión para hablar de los abusos que había sufrido en la infancia, para explicar una conducta imposible de entender, y continuando por otro de los violadores al que, según él, naturalmente, el propio Pelicot obligó, quién sabe cómo, a mancillar a Gisèle.

Siempre que un malhechor de cualquier índole recurre a sus propios sufrimientos, casi siempre de la infancia para quitarle hierro a los infligidos por él, recuerdo ese refrán tan popular que dice: «Es cosa bien señalada que de la sangre pareja salga la cría cambiada». O lo que es lo mismo: dos hermanos criados en las mismas buenas o malas condiciones pueden ser tan diferentes como para que uno acabe siendo misionero en África y otro asesino en serie.

Todo lo que nos ocurre afecta a nuestro modo de enfrentar la vida, es cierto; pero es como si ahora la propia Gisèle decidiera convertirse en una criminal alegando que, no la vida, sino el tormento de tantos años, acabaron por convertirla en una malvada. Cada paso que damos nos remodela y cada momento que vivimos y sensación que gozamos o padecemos forma parte de nosotros y nos deja huellas en el carácter; pero si todas las mujeres maltratadas decidieran vengarse, no habría tiempo ni espacio para condenarlas. Y lo mismo con quienes pasaron por campos de concentración, fueron objeto de un atentado o atravesaron alguna catástrofe natural…

Otro refrán también muy español dice: «Que bueno es que haya niños para echarles la culpa», pero hay que saber que cargarle a otro nuestras culpas puede aliviar, pero no redime…

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