Y la izquierda recogió el voto del miedo

Y la izquierda recogió el voto del miedo

De confirmarse los sondeos a pie de urna, la coalición de todas las izquierdas, Nuevo Frente Popular, se habría alzado con la victoria en la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas. La formación del presidente Emmanuel Macron, Juntos por la República, habría quedado en segunda posición, mientras que el partido de Le Pen, Reagrupación Nacional, que partía como favorito, tendría un decepcionante tercer puesto. Una vez más, ha funcionado el «cordón sanitario» impuesto a la extrema derecha nacionalista –se habían retirado de la contienda más de doscientos candidatos para evitar que las triangulares favorecieran a los lepenistas–, aunque también ha influido la «resistencia numantina» de la derecha moderada de Nicolás Sarkozy, que obtendría alrededor de los 60 escaños.

Por supuesto, ninguna de las tres fuerzas en liza se acerca ni por asomo a la mayoría absoluta, dejando una Asamblea Nacional fragmentada y al presidente de la República ante la disyuntiva de reconocer su derrota e invitar a formar gobierno a la variopinta formación «Frankenstein» que lidera el populista de extrema izquierda Jean Luc Mélenchon o a buscar difíciles acuerdos puntuales para evitar la cohabitación. No se espera que Macron, que decidió disolver anticipadamente la Asamblea por razones que todavía dividen a los analistas, vaya a presentar su dimisión en vista de que ha favorecido el triunfo relativo de unas izquierdas que se han mostrado inflexibles frente a los proyectos de regeneración política y de las finanzas públicas impulsadas por su gobierno y que, además, mantienen unas posiciones sobre el futuro de la Unión Europea y la política exterior comunitaria, es decir, Ucrania, muy alejadas del declarado europeísmo del Palacio del Elíseo.

Por otra parte, los resultados electorales dibujan una Francia fracturada, con dos extremos muy nutridos a los que, sin embargo, une el deseo de replantearse las relaciones con la UE y un modelo económico, no hay que engañarse, mucho más estatalizado que el actual, que augura nuevas tensiones en el seno de Bruselas.

También se ha puesto de manifiesto la otra fractura de la sociedad gala, la que divide el voto de las grandes aglomeraciones urbanas, –donde el incremento de la participación, con índices no vistos en los últimos 20 años, ha favorecido a la coalición de izquierdas– y el voto de la Francia rural. Pero todavía es pronto para aventurar qué decisión tomará Macron a la hora de encargar la formación de gobierno. La izquierda radical, en su inveterada costumbre, ya ha exigido que se respete su victoria y se le entregue el poder. Podría ser, pero, en todo caso, a cambio de la cabeza de Mélenchon, demasiado radical hasta para sus socios de coalición. En definitiva, que Francia entra en uno de esos momentos «interesantes» de la historia de los países.

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