Ed Conway: «Hay que hacer muchas cosas sucias para poder llegar al cero neto»

Ed Conway: «Hay que hacer muchas cosas sucias para poder llegar al cero neto»

El escritor y presentador Ed Conway, explora en su recién publicado libro «Material World» (Deusto), cómo materiales como la sal, la arena, el hierro, el cobre, el petróleo y el litio construyeron el mundo y transformarán el futuro.

¿Qué le motivó a escribir este libro?

Surgió de mi interés por explorar algo cotidiano desde una perspectiva inusual. Como periodista que cubre temas económicos, mi mundo está muy centrado en las ideas, y a menudo se tiende a pensar que estas son lo más importante. Sin embargo, siempre sentí que esa no era la historia completa. Una experiencia clave fue visitar una mina de oro en Nevada. Me impresionó la escala de destrucción necesaria para extraer una pequeña cantidad de oro: toneladas de roca explotada para producir algo tan pequeño como un anillo de boda. Aunque estaba allí por una historia sobre el Brexit, lo que realmente me impactó fue el coste ambiental de los materiales que usamos cada día. Esto me llevó a profundizar en cómo funcionan todos los materiales y descubrir una historia fascinante sobre el mundo físico que habitamos, pero desde una perspectiva completamente nueva.

En su libro dice que el hierro, la arena, la sal, el cobre, el petróleo y el litio importan más que nunca, ¿por qué?

Estos materiales siempre han sido esenciales para la humanidad; nunca hemos dejado de necesitarlos. La fibra óptica, por ejemplo, nos permite comunicarnos, y está hecha de vidrio, que proviene de la arena. Sin embargo, ahora son aún más relevantes porque estamos en una misión global para reducir las emisiones de carbono, y esto requiere construir una nueva infraestructura masiva: centrales eléctricas, paneles solares, turbinas eólicas, y baterías para vehículos eléctricos. Esta transición implica una construcción a gran escala, algo que no habíamos enfrentado antes. Para alcanzar los objetivos de cero emisiones netas, tendremos que extraer muchos más materiales del suelo, lo cual es una paradoja que a menudo se pasa por alto. Esta es la otra cara de la transición energética: aunque intentamos construir un futuro más limpio, este proceso sigue siendo sucio y complejo.

¿Es una crítica o una alabanza?

Es ambas cosas. Nuestro mundo actual es sucio debido a las altas emisiones de carbono, y para resolverlo necesitamos cambiar hacia alternativas más limpias. Sin embargo, estas nuevas soluciones también tienen sus propios impactos negativos. A lo largo de la historia, cada vez que hemos resuelto un problema ambiental, como la deforestación en el siglo XVI, hemos creado otros nuevos, como el uso del carbón, que salvó los bosques pero trajo consigo graves consecuencias medioambientales. Esto se repite constantemente: cada avance tecnológico trae consigo un nuevo desafío. Sacar litio del suelo, por ejemplo, es un proceso sucio, pero es parte del complejo y maduro enfoque necesario para enfrentar los retos medioambientales actuales.

¿Estamos ante una nueva revolución industrial, la de los minerales?

Sí, esta es una revolución industrial moderna. La clave para reducir las emisiones de carbono implica repensar absolutamente todo, desde los pequeños dispositivos que usamos a diario hasta la producción de materiales industriales. Por ejemplo, los semiconductores, que son el cerebro de los ordenadores, se fabrican a partir de rocas de silicio que se funden en hornos tradicionales, usando métodos de la era industrial que aún dependen del carbón. Cambiar estos procesos es desafiante porque llevan siglos funcionando bien, pero también es emocionante, ya que ofrece una oportunidad económica y tecnológica de reinventar el mundo tal como lo conocemos.

¿Estamos avanzando?

Sí, pero estamos en una etapa inicial. Hay startups que están innovando en la manufactura de silicio y acero, y están empezando a desarrollar tecnologías que reducen el impacto ambiental de la producción de cemento. Sin embargo, estas soluciones aún son prototipos y se encuentran lejos de ser aplicables a gran escala. La verdadera dificultad es pasar de la fase de laboratorio a un proceso que sea lo suficientemente grande y asequible para beneficiar a toda la sociedad. Nos esperan décadas de trabajo para que estos procesos sean una realidad viable y sostenible.

¿Hay alguna coordinación global para enfrentar este desafío?

En realidad, no. Las instituciones internacionales como la ONU no están diseñadas para gestionar este tipo de problemas industriales, por lo que cada país sigue su propio camino. Esto ha llevado a situaciones como las actuales, donde China está liderando muchas innovaciones en tecnología verde debido a sus inversiones masivas. Sin embargo, esta falta de coordinación también ha creado tensiones comerciales, con la UE y EE. UU. imponiendo tarifas a productos chinos en un intento de proteger sus industrias. Lo que estamos viendo es una carrera industrial global para desarrollar las tecnologías del futuro, y no todos los países están en igualdad de condiciones.

¿Qué opina de imponer barreras a estos materiales?

En un mundo ideal, no existirían aranceles ni competencia por los materiales, ya que hay suficientes recursos para todos. Sin embargo, la realidad es que países como Europa sienten que no pueden competir con los bajos costes de producción de China, donde se utilizan procesos energéticos baratos pero altamente contaminantes, como el uso del carbón. Esta competencia desleal afecta los precios y la capacidad de Europa para desarrollar sus propias tecnologías limpias. Mi esperanza es que este libro ayude a las personas a reflexionar sobre los costes ocultos y las implicaciones medioambientales de los materiales que usamos en nuestra vida cotidiana.

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