Paula Martel

Paula Martel

«Es un prodigio de actriz. El éxito de “Ninette” es ella. Cada vez que la veo me asombra», nos dijo Miguel Mihura en un almuerzo en el ABC verdadero. Y Arturo Fernández, el actor que se mantuvo en el escenario hasta los 90 años, contestaba cuando le preguntaban por la mejor actriz con la que había trabajado: «Paula Martel, sin duda. La más completa, la más segura». Y recordaba los éxitos que había compartido con ella, sobre todo «Pato a la naranja» de Douglas-Home.

Paula Martel, que ha muerto con la discreción que vertebró su vida, fue una actriz excepcional. Dominaba todos los registros. Era seria y eficaz. Nunca sobreactuaba. Huía de la estridencia. También de la provocación. Trabajaba de forma incansable. Rozaba la perfección sobre la escena. Tuve la suerte de verla en una veintena de comedias. Pasaba la batería como un misil. Era sencilla y constructiva. No presumía de nada. Estuvo siempre entre la media docena de las mejores actrices españolas. Triunfó en el cine, en la televisión, sobre todo en el teatro.

Casada con un actor de relieve, José María Mompín, vivió un matrimonio feliz. Apenas pudo contener el dolor profundo cuando falleció su esposo. Mantuve con ella muchos encuentros, largas conversaciones. Sentía que le habían arrancado media vida, pero su pasión por el teatro terminó por imponerse.

Escapó, tal vez demasiado pronto, de la feria de las vanidades para refugiarse en el trabajo ordinario de una firma internacional. Envejeció en Marbella. No bebía, no fumaba, era un encanto de persona, siempre equilibrada y razonadora. Admiraba a su hermana, la pintora Pilar Pérez Ochoa. Tras sesenta años de amistad con ella, no la olvidaré nunca. Me telefoneó hace unos días, tal vez para despedirse, pero no me di cuenta. Recuerdo con emoción sus últimas palabras. Quedamos para vernos en Madrid, pero ha cruzado sigilosamente la oscura penumbra del más allá y con ella se ha ido una de las mejores actrices que ha dado el teatro español. La muerte le ha llegado sin aspavientos. Escribo estas líneas con intensa pena y recuerdo que Paula Martel recitaba desde el sentimiento profundo aquel verso de «ven muerte, tan escondida, que no te sienta venir…».

Luis María Anson, de la Real Academia Española

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