¿Por qué ahora?

¿Por qué ahora?

En un país como el nuestro, acostumbrados como estamos al escándalo mayúsculo semanal, tú y yo sabemos que los audios y vídeos reales, ésos de los que todo el mundo habla, serán un asunto más que rumiado y aparcado pasado mañana, en cuanto estalle la próxima bomba informativa.

Ahora bien, ¿quién los ha lanzado a ojos de todos, justo ahora? ¿Con qué intención? ¿Solo por dinero? ¿Alguien pretende que atendamos a esto mientras ocurren cosas verdaderamente relevantes? El porqué es lo que más me interesa de esta historia palaciega que, por otro lado, España entera conocía de sobra y perjudica, sobre todo, la imagen global del monarca anterior.

Me reconozco empachada de tanto morbo. Con la que está cayendo, vale más centrarnos en nuestras propias vidas hasta que emerja, a borbotones, el próximo chascarrillo de alcantarilla. O hasta que se publiquen las memorias del emérito, con su propia versión de los hechos.

Recordemos que ahí sigue, en seria fase de expansión, la guerra en Oriente Próximo y observándola, con diferentes visiones ideológicas, cada país europeo (ojalá, por el bien de todos, la diplomacia logre contener a ambos bandos).

Por aquí, mientras la calle comenta lo de Bárbara Rey y compañía resulta que Bildu, la heredera de ETA, ha vuelto a sacar pecho y a demostrar que, hoy por hoy, es el socio más fiel de este Gobierno. Lo que eran líneas rojas para el PSOE hasta la pasada legislatura, ahora ya no tienen importancia, con tal de contar La Moncloa con los votos abertzales.

La reforma de la Ley Mordaza –el fin del uso de las pelotas de goma, por ejemplo– supone desproteger a nuestras fuerzas del orden, restar autoridad a quienes nos protegen en situaciones límite. Una bofetada más a la Policía y a la Guardia Civil –a todo lo que huela a España– por obra y gracia de Bildu (repito, la heredera de ETA). Los de Otegi ven, entretanto, cómo una autoridad socialista concede el tercer grado a varios de sus etarras más sanguinarios, terroristas que no se han arrepentido de sus asesinatos. ¡Da lo mismo! Lo explicaba y lo denunciaba esta semana en los medios, con lógica amargura, Daniel Portero, hijo de una víctima de ETA. «¿Cómo puede olvidar el PSOE que esos etarras, ahora beneficiados, mataron a socialistas?», se preguntaban él y otros familiares, impotentes.

Es así, amigos. Qué pronto olvidamos y cómo duele asistir, a estas alturas, al blanqueamiento definitivo de Bildu en una sociedad resignada a no mirar atrás, quizá para no tener que sufrir. Para no tener que volver a recordar que te mintieron cuando, un día, te aseguraron que jamás pactarían con Bildu.

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