Más cronistas y crónicas del Humanismo

Más cronistas y crónicas del Humanismo

El 11 de octubre, nuevamente, el Ayuntamiento ordenaba hacerse «hacer los escudos y cotas de armas y letras para las honras de la Reina nuestra señora, que está en gloria». De nuevo Juan López escribió su crónica que se la pagó el Ayuntamiento («cincuenta ducados para ayuda a imprimir el libro que ha hecho dirigido a esta Villa»).

En esta ocasión el trabajo, tanto de redacción, como de impresión, fue más pausado: la tasa, el precio a la obra, se le puso el 30 de agosto de 1569. Tardó seis meses en hacerlo porque tenía que repartir su tiempo entre dar clases, predicar y evaluar -o censurar- algunos libros que recibía del Consejo Real. El libro lo dedica en una carta, al «Ayuntamiento» y entre alusiones a la antigüedad y grandzas de Madrid y de algunos de sus linajes, de repente cita explícitamente, en 1569, seis años después de clausurado el Concilio de Trento, que «sola una cosa diré, que entre todos los dichos de los filósofos recopilados por Erasmo Roterodamo en un libro que llamó Antibarbarorum…» Es decir, se permite el requiebro de citar a Erasmo. Pero lo más arriesgado de esa recopilación no es del Antibarbarorum, sino del Modus confitendi, ¡que estaba prohibido por la Inquisición! Pero a más, más: la alusión precede a otras declaraciones de principios sobre la educación. Y no olvidemos que Erasmo de Roterdam fue un admirado teórico de la pedagogía: «No podemos hacer otro beneficio mayor a la república que enseñar e industrias a los mancebos de donde salen buenos ciudadanos y para cualquier estado bien instruidos, especialmente en tiempo que tan necesarias son buenas costumbres y tanta corrupción vemos por nuestros pecados en todas las edades». Vocación de enseñar que él vive y ejercita desde el Estudio de la Villa y desde el púlpito, señala.

Además, tenía la intención de convertirse en fuente para los sucesores: «Todo lo que demás de lo que yo aquí con el poco tiempo que tengo he historiado, quede para los cronistas e historiadores de Su Majestad» (fol. 212v.). Fue, precisamente en este libro más complejo que el de la muerte de don Carlos, en el que aparecieron impresos los primeros versos de Cervantes: «Estas cuatro redondillas castellanas, a la muerte de su Majestad, en las cuales como en ellas parece, se usa de colores retóricos, y en la última se habla con su Majestad, son con una elegía que aquí va de Miguel de Cervantes, nuestro charo y amado discípulo» (fol. 149 v.). No era la primera vez que Cervantes se acercaba a la poesía de la mano de Isabel de Valois, como ya descubrió en 1892 el inigualable Alfred Morel-Fatio.

En fin, dos años más tarde volvió a ejercer de cronista de Madrid. Pero esta vez no ya para narrar luctuosos sucesos, sino para contar las alegrías de la llegada de Ana de Austria, nueva esposa para Felipe II. Sin embargo, el 8 de marzo de 1571 no fue aceptada la propuesta de prestarle 300 ducados para poder escribir el texto. Finalmente pasó adelante el 29 de marzo. El 22 de septiembre el rey autorizaba la impresión y el 30 de enero de 1572 se dio la tasa. Extrañamente existen dos ediciones, una legal de la imprenta de Juan Gracián y otra pirata, lógicamente sin pie de imprenta, de la que solo conozco un único ejemplar en la Universidad de Zaragoza.

La explicación del por qué esas dos ediciones está en que una fue un desastre, se debieron deteriorar las relaciones entre impresor y autor, y se hizo la segunda impresión. En efecto, el 29 de enero de 1572, o sea, un día antes de ser tasado el libro, fue López de Hoyos a la escribanía de Diego Méndez en Madrid con toda la edición, “mil hojas que es una resma de quinientos pliegos” para que el escribano viera las erratas “e yo, el presente escribano doy fe que conté y vi impresas las dichas mil hojas de pliego entero que son quinientos pliegos que cada hoja tiene cuatro de las dichas erratas”: cuatro mil erratas. O sea, que el libro era tal chapuza que se preveían tiempos de pleito. ¡Como para no quejarse!

Y la vida de cronista de Madrid de López de Hoyos vino a culminar desde finales de 1575. Efectivamente: López de Hoyos fue el autor de las respuestas al interrogatorio para la «Descripción de los pueblos de España» que con poca fortuna hemos llamado «Relaciones Topográficas».

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