12 de Octubre, sí hay mucho que celebrar

12 de Octubre, sí hay mucho que celebrar

La Fiesta Nacional de España se conmemora en la fecha del descubrimiento de América, la gesta de un pueblo que se reinventaba como Estado nacional tras la culminación de la Reconquista y que supuso un cambio trascendental para la humanidad, porque se abría a la comprensión del mundo. Es decir, en la festividad del 12 de Octubre se sobreponen dos planos, el puramente español y el que abarca a un continente que no es posible entender si se prescinde de la huella de España.

Hay, pues, mucho que celebrar en esta jornada y mucho de lo que sentirnos orgullosos. Sin duda, ahora correspondería a este texto un párrafo de sincera autocrítica por los yerros cometidos, pero dada la intensidad contemporánea de los efectos de la «leyenda negra» nos consideramos exentos de denigrar el comportamiento de unas gentes de pasados siglos, con un sistema de valores propios de su época, pero en los que, y esto es lo fundamental, ya fructificaban las virtudes del pensamiento cristiano occidental que con el correr de los tiempos desembocaría en la asunción casi universal de los derechos humanos.

De ahí, que frente al rechazo primario de la gran obra española –en el que siempre confluyen intereses propios perfectamente actuales, como es el caso de los separatismos, que se construyen desde un pasado imaginario–, tengamos que anteponer los hechos, la realidad de una comunidad hispánica en la que priman los afectos compartidos, el idioma común y las raíces religiosas por encima del memorial de agravios de unos dirigentes políticos que siempre buscan otras espaldas sobre las que cargar sus propias responsabilidades.

Así, cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, expresaba en LA RAZÓN su convicción de que los iberoamericanos no podían ser tratados como inmigrantes, «porque estaban en su país, como lo estamos los españoles en América», no solo exponía la esencia de la Hispanidad, sino que explicaba porqué España no sufre los graves problemas migratorios que afectan a otras sociedades, como la francesa o la alemana, con problemas insolubles de integración.

Sí, debemos insistir en ello, hay mucho que celebrar en una nación que goza de una de las escasas democracias plenas del mundo, abierta y tolerante, que combina la más avanzada modernidad con arraigadas tradiciones y que, ciertamente, atraviesa dificultades de distinta índole, económicas, políticas e institucionales, con un Gobierno muy contestado, pero en ningún caso insuperables. Ayer, bajo la lluvia, los Reyes, Don Felipe y Doña Letizia, y la Princesa de Asturias, Doña Leonor, presidieron el acto central de la Fiesta Nacional de una nación que tiene muchos motivos para sentirse orgullosa de su historia, pero sobre todo de su realidad actual. Una nación, que se sobrepondrá a los tintes sombríos de quienes la quieren mal.

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