Adiós, Fernando Morales, siempre estuviste al lado

Adiós, Fernando Morales, siempre estuviste al lado

Cuentan que la depresión a veces está tan cronificada que impide el llanto, tan liberador para los que la sufren. No llorar se puede convertir en un infierno sin desahogo físico, también sentimental. Pero he recibido la inesperada visita de las lágrimas en dos ocasiones y en una semana. No todo está perdido. Me ocurrió el domingo después de una milagrosa conversación telefónica con el amor de niñez, o sea a perpetuidad, con una mujer de la que no poseía ningún dato después de 60 años. Y vuelvo a sentir esa humedad en los párpados y en el corazón cuando me cuentan que mi amigo Fernando Morales se ha largado involuntariamente al otro barrio. La memoria se llena de recuerdos venturosos. Y entiendo que no me cogiera el teléfono o respondiera a mis mensajes desde hace meses. Lo tenía lógica y patéticamente apagado. Quiero creer que la angustia no se cebó con él cuando intuyó o supo que llegaba el final. Me cuenta su mujer que se largó plácidamente, que el sufrimiento no se ensañó con él. Bendito sea.

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