Bajando del Canigó

Bajando del Canigó

Cualquier alpinista experimentado sabe que muchas veces la verdadera complicación sucede, no al subir, sino al bajar de la montaña. El esfuerzo titánico que se realiza en la escalada tiene menos peligro que si no aciertas a poner el pie en su sitio durante la bajada. Esta experiencia de los montañeros se puede aplicar a los partidos independentistas de Cataluña que en las pasadas elecciones autonómicas han perdido la mayoría en votos y escaños por primera vez desde el inicio de la Transición y de momento han quedado perplejos cogidos a la brocha mirando el vacío en lo alto del monte del Canigó donde habitan los dioses que guardan los sueños de la patria catalana. Al pie de ese monte sagrado a los independentistas catalanes les espera la realidad, la vida vulgar y heroica de cada día. A partir de ahora tendrán que aprender a bajar del Canigó con cuidado de no pisar alguna roca suelta que produzca una avalancha incontrolada y los lleve hasta el fondo del barranco. Tal vez algunos no sepan o no quieran bajar a la realidad, pero esta puede ser tan hermosa como lo era aquella Cataluña alegre, dinámica y creativa que en medio de la dictadura nos redimía de una España casposa con una ligera brisa de libertad que llegaba de Europa. En aquella Barcelona de los años sesenta del siglo pasado estaban ya en la calle todos los mitos, todos los ritos de la modernidad y cada uno se sentía ya independiente a su manera. La independencia política, que al final solo es una palabra, llena de una dulce ebriedad el espíritu de quienes la sienten como un horizonte vital. Seguramente los independentistas están condenados a no poder renunciar a ella, aunque saben de sobra que se trata de una utopía. Al pie del monte sagrado están los ciudadanos cargados de problemas, gente subalterna y tributable que tiene la costumbre de comer tres veces al día y considera una hazaña llegar a fin de mes. Los independentistas han comenzado a bajar del monte Canigó. Bienvenidos a la realidad.