Hubo un tiempo en que Bruce Hood observaba con escepticismo todo lo que rodea a la psicología positiva. Se le antojaba una esfera de ingenuidad y lugares comunes, con sus recetas universales y sus autopistas directas hacia la felicidad. Entremezclados en una bruma de olor dulzón, por allí pululaban sonrisas beatíficas, espiritualidad para tiempos modernos, bestsellers definitivos y, en ocasiones, un cierto sustrato científico. A Hood le parecía todo demasiado vago, como una botica que oferta sugerentes bálsamos poco eficaces en el largo plazo.
Bruce Hood, psicólogo: “La felicidad focalizada en uno mismo tiene poco recorrido”
