Cambio político ante la emergencia democrática

Cambio político ante la emergencia democrática

Pedro Sánchez no ganó las elecciones generales. Renovó su poder después de un proceso convertido en otro fraude a los votantes que se vieron privados de información crítica sobre las intenciones del presidente en una conducta que el inquilino de La Moncloa ha convertido en hábito. El primer año de legislatura ha aclarado el panorama y ha permitido constatar que Sánchez no cuenta con un bloque parlamentario robusto. El pacto de investidura fue exclusivamente eso, nunca de gobierno, como el oficialismo agitó. En este momento conviene traer al presente la cantinela sanchista de su triunfo frente a Núñez Feijóo medido en términos parlamentarios que, según Moncloa, es lo que obra el balance final. Estos meses han desnudado la pantomima, un teatro de sombras y fantasmagorías con el fin de encubrir la incapacidad para desarrollar un programa y tomar decisiones como han evidenciado las derrotas en el Congreso, la práctica parálisis ejecutiva y legislativa y, por encima de todo, la probable segunda prórroga de los Presupuestos. El país vive inmerso en un estado de excepción institucional dentro de una legislatura muerta pero no enterrada que tuvo su origen en la decisión del presidente de vulnerar los códigos y atrincherarse en el poder con todos los medios a su alcance, que no son pocos. Hay una corriente de opinión, un tanto derrotista y melancólica, que entiende que Sánchez seguirá las legislaturas que quiera y que la derecha nunca más dirigirá la nación, como vaticinó Pablo Iglesias en el hemiciclo hace unos años. Que uno de los propósitos principales del sanchismo haya sido cancelar de facto la alternancia, que es, pese a Sánchez, condición imprescindible para la democracia, aunque se requieran otras, claro está, constata hasta qué punto transitamos por un tiempo sombrío e ignoto en la historia de la España en libertad, extensivo al club europeo. La carencia de escrúpulos en un mandatario con la preeminencia y la potestad de Sánchez, su extraordinaria capacidad para gestar una burbuja clientelar a partir de un endeudamiento colosal, en el que la mentira lo cose todo, ha blindado su liderazgo al tiempo que los enjuagues parlamentarios han hecho el resto. El desgaste, pese a todo, existe y crece, aunque las impresiones sean que el sanchismo será hegemónico por los siglos. La encuesta de NC Report que publicamos hoy recoge ese efecto que es involución con el Partido Popular ya en la barrera de los 160 escaños y un Núñez Feijóo consolidado como líder mejor valorado por los ciudadanos con la mayoría absoluta al alcance. El desplome de la izquierda en su conjunto, si bien el PSOE resiste en 120 diputados por el trasvase de Sumar y Podemos, que agonizan, configura un escenario potencial de ese cambio político que el país necesita. El PP debe hacer su trabajo con la intensidad y la urgencia que requiere la emergencia democrática actual sin aguardar un gesto honorable de un presidente ávido de poder. Sin confianzas vanas ni conformismos estériles.

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