¿De verdad recordamos las cosas tal y como pasaron?

¿De verdad recordamos las cosas tal y como pasaron?

La vuelta a clases provoca, en nosotros, exalumnos veteranos, una cascada de recuerdos. Basta deambular una mañana en las inmediaciones del patio del colegio del barrio a la hora del recreo y escuchar la ensordecedora algarabía, los murmullos y pateos del balón para activar la memoria. De súbito, un riiing nos devuelve al aula, y nos sumerge en la atmósfera que Collodi describe cuando Pinocho llega, de madrugada, al “país de los juguetes”: “Este país no se parecía a ningún otro país del mundo. Toda la población estaba compuesta por niños. Los más viejos tenían catorce años, los más jóvenes apenas ocho”. Es notable cómo se recuerdan eventos específicos relacionados con el colegio, y cómo influyen en nuestras vidas. Las interacciones con compañeros y el personal docente pueden tener consecuencias duraderas, no siempre favorables. Sin embargo, ¿fue realmente entonces como lo recordamos ahora? Una reunión de antiguos alumnos me enfrentó recientemente al hecho de que el colegio, tal como lo recordamos, ya no es lo que solía ser. La memoria episódica —el sistema que nos permite recordar experiencias pasadas— no es una reproducción literal del pasado. Es propensa a errores, ilusiones y distorsiones, es delicada. Una frase memorable del antropólogo Marc Augé lo capta: “Los recuerdos son creados por el olvido como los contornos de la costa son creados por el mar”.

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