Dos estadios llenos para ver a Francisco

Dos estadios llenos para ver a Francisco

Aunque los católicos sean minoría en el país con más musulmanes del planeta, no significa que sean pocos. Se calcula que son más de ocho millones y representan a un 3 por ciento de la población de Indonesia. Ayer, demostraron además su fervor acudiendo literalmente en masa para arropar el Papa Francisco en el día en el que presidió su única misa multitudinaria en el archipiélago asiático, dentro de la gira más larga de su pontificado, que le llevará también a Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur.

Prueba del tirón del pontífice argentino es que fue capaz de llenar dos estadios deportivos. Cerca de 60.000 fieles rebosaban en las gradas y en el terreno de juego el estadio Gelora Bung Karno de Yakarta, mientras que otros 40.000 seguían la misa en pantallas en otro polideportivo adyacente. En total, más de 100.000 personas que buscaban escuchar una palabra de aliento del Sucesor de Pedro.

Y no se fueron defraudados. En una nación floreciente de vocaciones en la que la libertad religiosa se cumple escrupulosamente, Francisco instó a los cristianos a no achantarse. «Como según se cuenta en los Hechos de los Apóstoles, sucedió en Jerusalén el día de Pentecostés, sigan haciendo un alegre ruido. ¡No dejéis de hacer ruido!», expuso a modo de llamada a la evangelización alejada de todo proselitismo en sus palabras de despedida después de tres días de una intensa peregrinación.

Fortaleza visible

La eucaristía multitudinaria permitió a Francisco demostrar que, a pesar de los achaques de su cadera y rodilla, a los 87 años tiene una resistencia encomiable. No solo presidió la ceremonia, sino que permaneció en el papamóvil durante casi una hora para bendecir a cuantos se agolpaban en los dos estadios con un calor y una humildad no fáciles de soportar. Máxime cuando los actos oficiales vinculados a la celebración arrancaron a las cinco de la tarde hora local. Pero allí nadie renunció. Ni los fieles ni el Papa.

«¿Os han dicho que sois un pueblo sonriente?», preguntó durante la homilía Francisco a su auditorio, en un gesto de complicidad. «¡No pierdas la sonrisa, por favor, y sigue adelante! Y sed constructores de paz. ¡Sed constructores de esperanza!», le dejó como encargo a un catolicismo más que emergente.

Para lograrlo, Francisco verbalizó lo que vendría a ser una guía práctica para un discípulo de Jesús en el siglo XXI. Así, expuso la necesidad de que sean hombres y mujeres de escucha, «no solo de palabras humanas con los criterios de este mundo», sino buscando la felicidad en Dios. Para el pontífice, el Evangelio de Jesús «es la brújula de nuestro camino, la única que, entre tantas heridas y desconciertos, es capaz de llevarnos de nuevo al auténtico sentido de la vida». En este sentido, alertó a los católicos indonesios de no «revestirse de la costumbre de una religiosidad exteriormente perfecta, hacer cosas extraordinarias o comprometerse en empresas grandiosas».

De la misma manera, también se mostró preocupado por el hecho de «sentirnos inadecuados, sentir el peso de tanto compromiso que no siempre da los frutos esperados, o de nuestros errores que parecen detener el camino». Ante la tentación de «convertirnos en prisioneros de los fracasos», reaccionó proponiendo la confianza en Jesús: «¡No mires tus redes vacías, mira a Jesús, mira a Jesús! Él te hará caminar, te hará ir bien, ¡confía en Jesús!» En la festividad de santa Teresa de Calcuta, el Papa no olvidó rendirle un particular homenaje a la misionera albanesa que desarrolló toda su entrega en India, esto es, en el continente asiático. Jorge Mario Bergoglio se refirió a ella como una «promotora de la paz y del diálogo».

Y citó expresamente una de las frases más célebres de la fundadora de las Misioneras de la Caridad: «Cuando no tengamos nada que dar, démosles esa nada. Y recuerda: aunque no coseches nada, nunca te canses de sembrar». «Hermano y hermana, no os canséis de sembrar, porque así es la vida», añadió Francisco a modo de consejo.

A la Iglesia católica indonesia les dejó el encargo de no trabajar únicamente de puertas «ad intra», sino de ponerse al servicio de sus conciudadanos: «¡no os canséis de remar mar adentro, no os canséis de echar las redes, no os canséis de soñar, no os canséis de soñar y de reconstruir una civilización de paz!». Justo después completó este desafío con otra propuesta: «Atrévanse siempre a soñar con la fraternidad, que es un verdadero tesoro entre ustedes». En este sentido, sabedor de la sociedad multicultural en la que se movía, Francisco se dirigió también a todo el pueblo indonesio para lograr «caminar juntos por el bien de la sociedad y de la Iglesia».

El rostro de la caridad

Antes de la eucaristía, el Obispo de Roma mantuvo un emotivo encuentro en la sede de la Conferencia Episcopal Indonesia. El lugar que normalmente acoge las reuniones de los obispos en esta ocasión se había convertido en el epicentro de todas las plataformas caritativas de la Iglesia. Allí le esperaban tanto voluntarios como beneficiaros de los programas sociales que desarrollan tantos las diócesis como las congregaciones y ONG católicas. Ante ellos, el Papa sacó pecho y destacó que «el papel de la Iglesia es crucial para garantizar la dignidad de la persona humana».

El pontífice tomó la palabra tras las intervenciones del presidente de los obispos, Antonius Franciskus Subianto Bunyamin, obispo de Bandung y el testimonio de varias personas con discapacidad, entre ellos, Andrew, un deportista que ha participado en los Juegos Paralímpicos.

Con este joven como referente, Francisco aseguró que estamos «llamados a convertirnos juntos en campeones del amor en la gran Olimpiada de la vida».

«Creo firmemente que Dios creó a los humanos con habilidades únicas para enriquecer la diversidad de nuestro mundo, y la discapacidad es solo uno de estos aspectos únicos», remarcó. De la misma manera expuso que «Jesús, nuestro faro de esperanza, siempre ha apoyado las necesidades de las personas con discapacidad». Con esta premisa, alzó la voz para expresar que «debemos asumir la responsabilidad y apoyar activamente los derechos de los discapacitados».

No perder la esperanza

El pontífice no dudó en elogiar a todos los presentes: «Ustedes que son pequeñas estrellas brillantes en el cielo de este archipiélago, son los miembros más valiosos de esta Iglesia, sus tesoros, como enseñó el diácono mártir San Lorenzo desde los primeros siglos del cristianismo».

A partir de ahí, el Papa alentó a unos y a otros a no perder la esperanza cuando aparecen los obstáculos vitales: «Afrontar las dificultades juntos, todos dando lo mejor de nosotros, aportando cada uno nuestra contribución única, nos enriquece y nos ayuda a descubrir día a día cuánto vale nuestro estar juntos, en el mundo, en la Iglesia, en la familia».

El respaldo popular e institucional que Francisco ha recibido en su periplo indonesio, así como la alegría, espontaneidad y fortaleza que ha mostrado el Sucesor de Pedro, hablan de un éxito pontificio tanto en lo personal para el Papa como en el refuerzo de la Iglesia y en sus relaciones con los poderes públicos. Próxima parada: Papúa Nueva Guinea.

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