“El bus de la vida”: Dani Rovira planta cara al cáncer ★★★

“El bus de la vida”: Dani Rovira planta cara al cáncer ★★★

Dani Rovira lo sabe. Sabe lo que son los primeros, a veces livianos, otras no, síntomas, las pruebas médicas, que alguien te diga luego y de pronto que tienes cáncer. De oído su personaje, Andrés, 40 años recién cumplidos, un profesor de música que trabaja en Madrid y debe trasladarse a un pueblo vasco para cubrir la plaza que ha quedado libre en un instituto. Y mientras sigue lidiando con la noticia, con el sentido del tiempo y el rostro como congelados desde aquella frase, en un piso alquilado que huele a vejez y queridas nietas, se pregunta por qué nunca superó el miedo escénico, por qué las canciones que compuso son los éxitos de otro.

Para recibir tratamiento, Andrés visita el hospital de Bilbao periódicamente en un destartalado y viejo autocar que traslada de manera gratuita a los pacientes de la zona y conduce una joven llena de vida –porque la vida siempre puede, debería, estar por encima del dolor, de la quimioterapia, de los vómitos, de la soledad, hasta de la muerte– de manera desinteresada. Y en ese desvencijado vehículo los viajeros cruzan confesiones, experiencias, miedos, historias incluso divertidas, lo que Andrés no comprende, por eso prefiere hacer como que habla por el móvil aunque el resto lo haya calado. Hasta que un día una mujer le pregunta cómo se encuentra, él le responde y paulatinamente comienza a intimar con sus compañeros de viaje.

En cada gesto de un Rovira alejado de la comedia a la que tanto debe (aunque durante las escenas del porro compartido de marihuana la bis reaparezca) hay ese asombro de quien conoce su destino, ese elocuente rictus de pasmado, esa conciencia de que no ha hecho todavía lo que deseaba en este mundo; pero luego sabrá que hay tiempo, tiempo más allá del silencio, para las palabras y los cambios. La cinta de Ibon Cormenzana es optimista a pesar de que algún personaje (no todos, por otra parte, lo suficientemente desarrollados) nos abandone antes de que llegue el final y está lleno de pequeños instantes felices aunque ellos intuyan que la historia se acaba.

Y, también, de copas, de paella, de bailes más o menos ridículos, de vegetales provenientes de una huerta ecológica y sostenible, hasta de inesperadas decisiones sexuales, por ejemplo, montar un trío, para que un chico sepa que ya no se irá al otro mundo virgen. Mucho buen rollo, mucha esperanza a pesar de los días contados. Quizá porque, en el fondo, todos los tenemos. Brindemos con un buen vino por la alegría de encontrarnos aquí, imperfectos, sanos, enamorados, enfermos, unidos. Mañana será otro día, hay tiempo.

Lo mejor:

Un entregado protagonista en el que quizá sea su mejor trabajo hasta la fecha

Lo peor:

Que nos quedamos con las ganas de saber algo más sobre algunos personajes