El cohete de Sánchez, la deuda y cómo hacerse un Page

El cohete de Sánchez, la deuda y cómo hacerse un Page

Oscar Wilde (1854-1900), siempre provocador, prefería «ser un cohete, que no haber resplandecido nunca». Richard M. Nixon (1913-1994), el presidente americano del escándalo Watergate, tenía claro que «cuando tu estrella está alta, lo mejor es seguirla». Pedro Sánchez se apunta, «carpe diem», a esos consejos y presume de que la economía española va «como un cohete». Quizá no recuerde que José Bergamín (1895-1983), personaje de trayectoria errática que al final de su vida abrazó el abertzalismo antiespañol, pensaba que «un cohete es un experimento». La economía, en términos «macro», es cierto, no va mal, aunque lo del cohete es una exageración eufórica de alguien como el inquilino de la Moncloa acostumbrado al más difícil todavía y a vivir al borde del precipicio. La Comisión Europea que todavía encabeza Ursula von der Leyen –casi siempre encantada con el «guapo» Sánchez– eleva sus previsiones de PIB español para 2024 al 2,1%, al mismo tiempo que las reduce al 1,9% para 2025. El presidente presume que España es el país europeo que más crece y eso es más discutible. Al menos diez países crecerán mas en 2024, pero sí es correcto, como le dijo el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, a Alsina en Onda Cero, que el PIB español será el que más aumente de los cuatro grandes de la zona euro: Alemania, Francia, Italia y la propia España. El cohete de Sánchez, no obstante, lleva en sus tripas varias bombas de relojería, que pueden estallar en cualquier momento y hace que su brillo –como el de tantos cohetes– sea espectacular hasta que, casi de repente, caiga por su propio peso. Ayer, por ejemplo, el Banco de España certificó que la deuda pública alcanzó en marzo un nuevo récord, al llegar a los 1,613 billones, con «b» de barbaridad. Son 77.600 millones más que el año pasado, es decir, España se endeuda 212 millones al día o casi nueve a la hora. No hay que ser premio Nobel de economía para percibir que una gran parte del combustible del cohete económico sanchista es la deuda, inflamable y explosiva, que alimenta el gasto público. «Un experimento», decía Bergamín, mientras Emiliano García Page, tantas veces «Pepito Grillo», cierra filas con Sánchez. Fue de los primeros en pedirle que siguiera y calla ante la amnistía que su compañero Javier Lambán elude votar en el Senado. Quizá pase a la historia como «hacerse un Page» –él hablo de «pagismo»–, criticar para la galería y apoyar al jefe a la hora de la verdad, porque acaso sea mejor ser un cohete –aunque fugaz– que no resplandecer nunca, como decía Wilde.

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