El enigma por resolver de la moneda en la garganta de San Isidro

El enigma por resolver de la moneda en la garganta de San Isidro

Es parte de la cultura y la fe en Madrid desde hace siglos, pero hay varias cosas que se saben de San Isidro desde hace poco más de un año: que era un hombre alto, de entre 167 y 186 centímetros; que murió en el siglo XII a la edad de entre 35 y 45 años, posiblemente por una infección en los huesos maxilares, la única enfermedad que pudo detectarse en sus restos; que su aspecto era el de una persona de rasgos norteafricanos, que su cuerpo pudo haberse momificado por las condiciones de temperatura y humedad que tuvo durante el enterramiento y que pudo haber sido agricultor, como dice la tradición, por los hallazgos degenerativos en algunas partes del cuerpo, que responden a un uso intenso de los brazos, propios de la actividad y el trabajo de los labradores. ¿Quieren ponerle cara? Su reproducción facial escultórica, una de las primicias del análisis, se encuentra en la Colegiata de San Isidro y puede visitarse. Se elaboró a partir del estudio del cráneo y las muestras tomadas en el necro TAC, unido a técnicas de caracterización.

Son las conclusiones de un estudio antropomórfico y forense realizado al cuerpo de San Isidro Labrador por las doctoras María Benito, Ana Patricia Moya, Mónica Rascón e Isabel Angulo de la Escuela de Medicina Legal y Forense de la Universidad Complutense de Madrid por encargo del Arzobispado, con motivo del IV centenario de la canonización del santo.

Pero uno de los hallazgos ha pasado a convertirse en un enigma sin solución, por ahora. En el vestíbulo de la laringe se descubrió la existencia de un objeto metálico con forma de moneda que, dada su ubicación, no pudo ser observado directamente. Su apariencia era la de una moneda con la inscripción de la silueta de un león rampante enmarcado en un rombo. Un estudio numismático concluyó, a falta de imágenes más detalladas, que podría tratarse de una Blanca del Rombo de Enrique IV, la moneda de curso legal en el mandato de ese monarca, del que se tiene noticias de que visitó al santo para venerarlo, en el año 1463.

El hallazgo lleva a plantear algunos interrogantes sobre la insigne reliquia sobre los que todavía no se han dado respuesta, tal y como apunta la doctora Patricia Moya, una de las autoras del estudio: ¿qué hacía esta moneda en la garganta de San Isidro, el santo al que se atribuyen más de 400 milagros tanto en vida como después de su fallecimiento? ¿Quién se la colocó? Y, sobre todo, quien quiera que lo hiciera, cómo logró depositar esa moneda en la garganta del santo tres siglos después de su supuesta muerte, al tratarse de una moneda de uso corriente en el siglo XV, la época en la que vivió Enrique IV? El cuerpo fue enterrado, en un principio, en el desaparecido cementerio de San Andrés, en el barrio en el que vivía, pero luego fue trasladado a la Colegiata de San Isidro.

Moya reconoce que este hallazgo «nos impresionó» y confía en que algunos historiadores tomen el testigo de esta investigación para esclarecer asuntos como este tras un análisis que permitió tener un conocimiento más profundo de este santo sin que ello contradijera ninguno de los elementos que la tradición más fiable venía atribuyendo a la vida e historia del santo de Madrid.

Algunos expertos consultados por LA RAZÓN dan una explicación del sentido de la moneda en la garganta del santo. «Se trata de un rito pagano muy común desde la época romana que perdura casi hasta la actualidad. Se conoce como el del “óbolo de Caronte”, que consistía en colocar una moneda en la boca o bien en los ojos y mano del difunto para que pagase al barquero Caronte, que le trasportaba a la otra vida a través de la laguna Estigia», expresa la arqueóloga Marisa Bueno.

En la antigua Roma, se introducían monedas de curso legal, pero Bueno se plantea cómo fue posible introducir en la mandíbula de un cadáver varios siglos después una moneda que no se corresponde con la de la época de muerte del santo. Para la arqueóloga, la cuestión para poder despejar dudas y tener mayores certezas sería tener una datación de los restos de San Isidro después de realizar un estudio radiocarbónico y de ADN, como el que se hizo en 1988 a los restos que se presuponían que pertenecían a Carlomagno en las excavaciones realizadas en la catedral de Aquisgrán. Los restos coincidían con la descripción histórica del conocido como padre de Europa, como su altura y dieta. Los estudios iniciales de ADN mitocondrial no pudieron confirmar la identidad, pero investigaciones más recientes con técnicas avanzadas de ADN nuclear sugirieron con un 99,9% de probabilidad que los restos pertenecían al emperador. Pruebas de este tipo podrían proporcionar una comprensión más profunda del santo, ya que, el realizado al santo hasta ahora es antropológico y forense. «Se trata de la reliquia de un cuerpo incorrupto y, por mucho que lo que parezca sea una moneda, lo primero y más importante es no dañar los restos», puntualiza Jesús Ponce, director de la Cátedra Extraordinaria de Literatura y Arte del Siglo de Oro de la Universidad San Dámaso.

Ponce recalca incluso que la supuesta moneda hallada en el cuerpo, seguirá siendo un enigma irresoluble, aunque no descarta que pudiera obedecer a algún tipo de rito.

El estudio de la Complutense arroja otro aspecto muy novedoso, como la representación facial que, según Moya, «nos impresionó». Y es que se ha constatado «la cierta familiaridad que existe entre la primera representación que se hace del santo a través del arte y la recreación que pudo contemplarse a raíz del estudio de la Complutense «con características propias de los grupos afrodescendientes».

La primera representación conocida del santo puede contemplarse en la catedral de La Almudena, en el arca de Alfonso VIII, que data del siglo XII , época en la que se data la muerte del patrón de Madrid, de aspecto parecido al resultado obtenido por el estudio de la Universidad Complutense. A lo largo de los siglos, había sido representado de manera muy distinta a través del arte, siempre con vestimenta de campesino, atributos de pastor, pañuelo o sombrero y con mirada serena y pacífica, con tez blanquecina e incluso con pelo de color rubio.

Sin embargo, en el Madrid de la época del santo no era tan extraño tener los rasgos que ahora sorprenden. «Podría ser un cristiano de origen norteafricano, como se refleja en los rasgos faciales reconstruidos, una cosa nada inusual ya que la Península Ibérica ha sido históricamente un punto de encuentro de diversas culturas y etnias, lo que incluye la presencia norteafricana a lo largo de los siglos», detalla la arqueóloga Marisa Bueno. Pese al enigma de la moneda, los hallazgos ofrecen una nueva perspectiva sobre la figura histórica del santo en una época de diversidad cultural y genética como la medieval.

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