La Universidad siempre ha resultado incómoda y antipática a la mayor parte del poder político y económico. Básicamente, por la credibilidad que socialmente se suele otorgar a las afirmaciones que se hacen con libertad desde esta cuna del conocimiento, muy a menudo basadas en resultados científicamente probados. Nada que ver con las opiniones o análisis que se vierten desde un partido o una empresa. Esto dota a sus integrantes de otro tipo de poder, el académico, el probado, mucho más creíble.
El futuro de la universidad: ante la tempestad tecnológica, inicia un cambio de ciclo
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