El kárate, una nueva herramienta para controlar la agresividad

El kárate, una nueva herramienta para controlar la agresividad

La disciplina, el autocontrol y la exigencia Esta última se basa en el visionado de una serie, en este caso Cobra Kai.del kárate se ha convertido en un antes y un después para un grupo de discapacitados intelectuales y con trastornos de conducta. Desde hace cuatro años, el Centro San Juan de Dios en Ciempozuelos, se ha desmarcado del resto espacios especializados en trabajar con este tipo de usuarios gracias a un programa pionero. Considerados como los más difíciles de tratar e incluso, un peligro para la sociedad, los resultados obtenidos han sido una sorpresa para los profesionales del centro y un soplo de esperanza para su reinserción social.

La riqueza del programa San Cobra Kai radica en que además del acondicionamiento físico, la práctica de este arte marcial como tal, este se complementa con una parte teórica que van alternando y trabajando semanalmente. «Es la continuación de la película de los ochenta, Karate Kid. Nos viene bien porque se trata de forma muy clara el bullying, algo por lo que han pasado la mayoría de los usuarios de este programa», explica Eduardo Guevara, psicólogo del área de Discapacidad Intelectual del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos a este periódico. Para los profesionales, esta serie ha sido un modelo perfecto para ver cómo la educación patriarcal enseña a estos jóvenes -tienen entre 18 y 40 años- cómo deben defenderse, pelearse y no llorar cada vez que alguien se meta con ellos.

«A esos mensajes de trasfondo, cognitivos en los hombres que han sido criados en la misma época que ellos, les viene fenomenal identificarse y relacionarse con adolescentes para detectar modelos inadecuados a la hora de relacionarse». Así, en este tiempo han conseguido que cerca de cuarenta personas con discapacidad consigan modificar su forma de afrontar los conflictos, gracias a nuevas alternativas y herramientas que les enseñan para afrontarlos. «Paramos la visualización, comentamos y analizamos lo que ocurre en ella. Es sorprendente lo fácil que lo ven, cómo lo identifican y cómo calan en ellos los planteamientos que hacemos los psicólogos», apunta Guevara.

Se preguntarán por qué el karate y no otro deporte. Y es que este les aporta disciplina, exigencia y seriedad, algo que ha resultado muy beneficioso para sus problemas de conducta. En estos cuatro años, aseguran, que estos han disminuido de forma radical. Esto ha sido posible gracias al trabajo de su autogestión y de un punto «asambleario» con el que poco a poco van facilitándoles esa autonomía y libertad que tanto ansían. «Al comienzo del programa están muy controlados, tienen una disciplina estricta y les exigimos mucho. Sin embargo, les permitimos participar y tener esa libertad de expresarse o de elegir qué programación quieren seguir. También han sido ellos los que han puesto las normas del grupo y ese autogobierno les viene fenomenal, porque al fin y al cabo, nuestra especie necesita control», señala el psicólogo.

Por otro lado, los ejercicios físicos e intensos les permiten percibir el contraste entre la tensión y la distensión. «Ese momento de relajación y de verse, en un momento dado meditando, les gusta mucho. Lo sienten mejor después de una intensidad física previa». Uno de los mayores logros profesionales que Guevara dice estar viviendo es el ver cómo aplican estas técnicas en su día a día. «En vez de optar por esas conductas agresivas, destructivas o autoagresivas, emplean las técnicas de relajación que usamos en las sesiones de kárate», señala. Sin embargo, el camino no ha sido fácil y reconoce que sintieron miedo cuando se encontraban planteando esta herramienta. «Piensa que era uno de los grupos de personas discapacitadas más complicadas de tratar en Madrid y que estos podrían haberla utilizado en contra de los profesionales».

Lejos de eso, les ha facilitado tener control de sí mismos y a regularse emocionalmente. Aunque la lista de espera es grande, todo el que consigue plaza está dentro del programa. Después de este acompañamiento, una vez adquieren la autonomía necesaria para relacionarse y no necesitan el control directo de profesionales, se les selecciona un taller ocupaciones o laboral, en función de su capacidad. En definitiva, el análisis al que han llegado desde el centro después de este tiempo es que «cuando a este tipo de chavales les das un rol o un papel adecuado, participan, acatan las normas sociales y dejan de ser un peligro para la sociedad».

José Manuel y Severino llevan cerca de veinte años ingresados en el Centro. Alejandro, cumplirá dos en unos días. Los tres son el claro ejemplo de cómo este programa consigue mejorar el comportamiento. Ellos mismos son conscientes y sienten cómo son capaces de dejar su mente en blanco y sentirse en paz consigo mismos gracias a los trabajos de relajación. Además, el respeto al «sensei»-el maestro que les da las órdenes- les ha ayudado a controlar sus impulsos, a escuchar y obedecer el camino a seguir. «Cuando veo una pelea, me voy, ya soy capaz de no meterme», reconoce Alejandro. Mientras que José Manuel ha notado una mejora en todo su entorno: «Mi comportamiento es mucho mejor, con mi familia y amigos me siento bien, me peleo menos y me dan más permisos para irme a casa». Hoy están felices porque compartirán entrenamiento con los representantes de la Federación Madrileña de Para-Karate.

Según el psicólogo, el kárate se ha utilizado antes en personas con discapacidad, pero no hay constancia de que se haya realizado con personas con trastornos de conducta, ni apoyado por el visionado de una serie donde identificar determinadas actitudes y comportamientos con realidades del día a día. Las artes marciales están íntimamente ligadas a sistemas filosóficos y códigos de conducta que establecen unas pautas de actuación entre aquellos que las practican. Lejos de potenciar el comportamiento agresivo, su aplicación de forma correcta y estructurada, incluyendo además componentes fundamentales como la meditación, puede favorecer el desarrollo de conductas de respeto, fijación de límites y autocontrol y regulación emocional que se traduzcan en un comportamiento más adaptativo.

Además, la literatura ha revelado cómo el aprendizaje obtenido durante el entrenamiento de las artes marciales puede ser generalizado a otros ambientes de la persona, encontrando resultados no solo en la faceta comportamental, sino también influyendo positivamente en valores y respeto hacia los otros. Los principales objetivos de intervención van enfocados a favorecer la integración tanto a nivel de compañeros como a nivel social, promover el bienestar emocional (potenciando fortalezas), fomentar su grado de autonomía y autodeterminación, estimular las funciones cognitivas, a través de su participación en las actividades programadas educativas y de ocio y mantener su estabilidad conductual (facilitando la canalización de frustración, control de impulsos así como la expresión emocional asociada). Solo hacía falta profesionales con tiempo, ganas y dedicación.

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