El PP eleva el 9J al nivel de golpe final a Sánchez

El PP eleva el 9J al nivel de golpe final a Sánchez

El PP da una vuelta de tuerca a su estrategia de campaña para presentar la votación del domingo como el punto de inflexión que puede marcar el inicio del final del mandato del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Órdago a la grande con las encuestas que siguen anticipando una ligera ventaja a favor del PP, salvo el CIS, que es el único sondeo que otorga la victoria al PSOE, como ya es habitual en todas las contiendas electorales.

Esta reacción táctica del PP la motivó la entrevista que Susanna Griso hizo ayer a Alberto Núñez Feijóo en «Espejo Público», y en la que el presidente del PP explicó que, una vez que pase el 9J, en función del resultado, valorará todas las herramientas que tenga a su alcance para combatir la continuidad de Pedro Sánchez en Moncloa. Y una de ellas, lógicamente, es la moción de censura.

El tablero político está tan abierto, sobre todo por lo que pueda venir de Cataluña a partir del próximo lunes, y del posicionamiento de Junts, que el PP no puede descartar esta medida en lo que queda de legislatura, aunque Feijóo tampoco se comprometió a promoverla. Lo que dijo fue que, en función de las circunstancias, valorarán su utilidad. Pero no la presentarán si es para perderla, como hizo en dos ocasiones Vox en la pasada legislatura. Una decisión que los populares criticaron duramente porque entendían que era un movimiento que solo servía para dar aire a Sánchez en sus momentos más apurados.

En ese sentido, el líder popular matizó ayer, en la entrevista con Susanna Griso, que para utilizar la opción de la moción de censura como herramienta para desalojar a Sánchez primero hay que esperar a tener el contexto adecuado y pensar qué puede ser útil en ese ámbito.

Su ambigüedad no oculta un reposicionamiento con respecto a la postura que manifestó en abril, cuando descartó que hubiera margen para sacar adelante una moción porque no tendría los apoyos necesarios. «Si la mayoría social que censura las políticas y la corrupción política y económica de Sánchez se convierte en una mayoría electoral el 9 de junio, los ciudadanos veremos más próximo el final del túnel. ¿Qué herramientas vamos a utilizar? Las que consideremos oportunas».

La izquierda dio la vuelta a estas declaraciones para presentarlas como la prueba de un supuesto pacto entre el PP y Junts, mecanismo de distracción con el que tapar la amnistía y su pacto de impunidad con el independentismo para sacar adelante la investidura de Pedro Sánchez.

No hay acuerdo del PP con Junts, ni ninguna negociación formal sobre una moción de censura, a lo más lo que hay son movimientos del partido de Puigdemont de tanteo del terreno mientras espera a ver qué pasa con el reparto de poder en Cataluña.

Junts está hablando con directivos, con líderes de opinión y con partidos, también envía recados al PP sobre las supuestas consecuencias que se derivarían del hecho de que el PSC no acepte su exigencia de facilitar que Puigdemont sea el nuevo presidente de la Generalitat, pese a que el exministro Salvador Illa sea el candidato que ganó las elecciones.

Hay muchos condicionantes que no dejan ver con claridad qué puede pasar después de las elecciones europeas. Puigdemont quiere optar a la investidura y luego forzar la repetición electoral para aglutinar el voto independentista. Si no hay elecciones, e Illa se hace con la Presidencia, será el momento de ver si las decisiones que anunciaba durante estas semanas eran bravuconadas y órdagos de farol o tenían una entidad real.

Hasta que llegue el 10 de junio, fecha de la constitución de la Mesa del Parlamento de Cataluña, la pelea se librará en clave de disputa entre la suma de la izquierda y la suma de la derecha, sobre todo por ver si la extrapolación permite avanzar que hoy, si hubiera elecciones generales, sí podría formarse un gobierno presidido por Feijóo.

El PP recordó ayer que lo de poner en boca de Feijóo un supuesto pacto con Junts «ya lo hizo la izquierda en Galicia», donde lograron mayoría absoluta, y en Cataluña, donde multiplicaron por cinco su resultado. Y también destacaron que «lo único cierto es que quien ha entregado todo a los independentistas es Sánchez».

El mantra del PP para esta recta final de campaña es que votarles a ellos es la mejor vía para acortar la legislatura porque agrava la debilidad de Sánchez (que ya perdió las últimas municipales y generales) y agravaría también su debilidad parlamentaria. Y desde este mantra apelan también al voto útil dentro de la derecha, que les está funcionando con Ciudadanos, pero no con Vox. El PP parece que todavía no ha encontrado la tecla con la que menguar el poder de Vox.

Las elecciones europeas son, en todo caso, un marco cómodo para los partidos pequeños y más radicales porque, como no se elige ningún gobierno, ese llamamiento al voto útil cuesta más que cale entre la opinión pública. También les favorece que sea una circunscripción única.

No obstante, más allá de estas circunstancias, el marco político confirma, en todo caso, que Vox tiene unos nichos electorales que muestran una sólida fidelidad, y que no parece que vayan a mirar hacia el PP ni siquiera aunque éste se acerque a los postulados del partido de Santiago Abascal en temas más delicados como la migración. Abascal, por ejemplo, ha elevado el discurso para reclamar «más muros y menos moros». El PP ha recuperado la idea del contrato social.