Elsa Peretti, la leyenda de la mujer más chic de Nueva York

Elsa Peretti, la leyenda de la mujer más chic  de Nueva York

«Todos mis amigos han muerto», aseguraba hace unos años Elsa Peretti a la revista Vanity Fair en una de las últimas entrevistas que concedió desde su lugar favorito del mundo: el pueblo de San Martivell, al norte de Cataluña. La diseñadora y modelo recordaba en esa ocasión sus noches de Studio 54 y del Nueva York de finales de los 70 donde, como ella misma reconocía, pasaba casi más tiempo colocada que sobria.

Aquella fue quizás la etapa que hizo de Peretti todo un símbolo de la modernidad y, más aún, una leyenda de la moda. Nacida en el seno de una de las familias más acaudaladas de Italia, renunció a ella para buscar su propia libertad con apenas 20 años. Primero, en 1964, pasó por Cataluña para colaborar con Salvador Dalí sin ser consciente de que, unos años después, acabaría fijando su residencia a apenas una hora en coche de Cadaqués. De ahí, gracias a la agencia de modelos Wilhelmina, pasó a Nueva York, donde se comenzó a constuir el mito de Peretti.

Según confiesa la gente que conoció a aquella modelo que iniciaba su carrera sin apenas dinero, había algo misterioso que encandilaba a todo el que se encontraba con ella. Charles James, el emblemático diseñador americano, fue el primero en darse cuenta de ello, aunque fue con Giorgio di Sant’ Angelo con quien empezó a triunfar en el diseño de joyería. Todo fue gracias a un pequeño jarroncito que creó para que las modelos pudieran llevar colgadas del cuello flores frescas. El éxito fue tan rotundo que respaldó plenamente el proyecto de Peretti de convertirse en creadora de joyas.

Así fue como Tiffany & Co. decidió ficharla en 1974 como diseñadora de la casa. Y llegó la revolución a la joyería. Elsa prefería la plata, un material considerado pobre en aquel momento pero ella, gracias a sus creaciones, consiguió elevarlo al sumum de la elegancia. Sus piezas, que nacían directamente de la naturaleza, conquistaron a un público moderno que buscaba unos diseños actuales y que dialogaran con una sociedad que disfrutaba de las noches locas de Nueva York, y de eso Elsa sabía mucho. Junto con Andy Warhol, Anjelica Huston o Halston, ella era una de las figuras más destacadas de Studio 54.

Si es difícil separar el nombre de Peretti de Tiffany & Co., pasa lo mismo con Halston. Ella fue una de las más emblemáticas Halstonettes, aquellas mujeres que sirvieron de musas al creador americano. La modelo italiana compartía ahí protagonismo con Liza Minnelli (que llegó a confesar que solo llevaba joyas de Peretti), Pat Cleveland, Bianca Jagger o Anjelica Huston. De hecho, para Halston, ella era toda una referencia. Aseguraba que las modelos parecían perchas, pero que Elsa «tenía estilo». Con ella contó, de hecho, para la famosa Batalla de Versalles de 1973 (una iniciativa para recaudar fondos para restaurar el mítico palacio de Luis XIV), cuando los diseñadores americanos se vieron las caras con los creadores francese en una noche de noviembre en el palacio de Versalles. Ni el frío ni los continuos boicots de los galos consiguieron mermar la moral del equipo neoyorquino, que consiguió brillar con una puesta en escena donde, por supuesto, Peretti brilló de manera destacada.

Inspiración ósea

Ese estilo, para el que, según la propia diseñadora, necesitaba a España, fue lo que le ayudó a crear unas piezas que merecieron una exposición en 1990 por parte del Fashion Institute of Technology de Nueva York. En ellas se observó como exprimía los elementos que más le fascinaban. Sus recuerdos de infancia, cuando su niñera le llevaba a una capilla llena de huesos, le sirivieron de punto de partida para crear el famoso «Bones Cuff», posiblemente el diseño de joyería más importante de los últimos 50 años. Las judías la vinculaban con la tierra, como la serpiente que creó procedía de un pequeño amuleto que ella llevaba siempre. Y, por supuesto, su querido San Martivell también tuvo su protagonismo: a ese pequeño enclave en la provincia de Gerona le debe su famoso collar escorpión.

Algunos de esos diseños tienen ya medio siglo, pero siguen siendo rabiosamente modernos. Por ejemplo, su broche de amapola (pensado para diferenciar al novio del resto de invitados cuando estos visten de esmoquin) se ha visto en los últimos meses en las solapas de hombres tan influyentes como Jeremy Allen White (el novio de Rosalía), Raw Alejandro, Sebastián Yatra o Jonathan Bailey, e, incluso, fue un regalo que Donald Trump y Melania Trump le hicieron a Isabel II en su visita de Estado. El brazalete de hueso, por su parte, se lo hemos visto a Margot Robbie o Sarah Jessica Parker, entre otras muchas.

Pero quizás lo que más maravilla de la historia vital de Elsa Peretti no son las fiestas que vivió y todo el legado que nos dejó, sino cómo finalizó su vida residiendo en un pequeño pueblo de Cataluña que acabó rehabilitando para crear su paraíso en la Tierra. Y es que, pese a tener residencias en Barcelona, Nueva York, Roma o Montecarlo, ella prefería vivir en San Martivell. Allí llegó en los años 60 y poco a poco fue haciéndose con todo el pueblo, creando un recinto privado que dotó de su propia alma. En él recibía a sus amisatedes, menos a Halston. Según aseguraba, aquel lugar no era del agrado del diseñador americano.

Vínculo con la tierra

San Martivell era su rincón de inspiración. De allí salieron muchas de las más de 30 colecciones que realizó para Tiffany & Co. en uno de los contratos que más rentabilidad ha tenido para la firma de joyería. Las creaciones de Peretti suponen el 10 por ciento del negocio de la compañía, siendo seguramente el suyo uno de los nombres que se pronuncian con más respeto en la casa (posiblemente, el de Audrey Hepburn y el de Eugenia de Montijo sean los otros dos).

Y ese vínculo tan especial con la tierra no solo se quedó en la rehabilitación del pueblo. Además, creó un teatro en Barcelona, el Teatre Akademia, y una fundación, la Nando y Elsa Peretti, vinculada esta última con la protección del medio ambiente y que a lo largo de su existencia ha beneficiado con millones de euros a un sinfín de proyectos. Todas estas iniciativas, junto con sus diseños, hicieron todavía más icónica a esta diseñadora y modelo que falleció justo en el lugar que deseaba, su pueblito de San Martivell, en año 2021. Fue un giro de la vida que nunca se habría esperado: fallecer en la tierra donde comenzó a vivir. Y esto engrandece la leyenda de una mujer que logró todo aquello que se propuso en la vida, y a la que Tiffany & Co. está dispuesta a no dejar que pase al olvido.

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