Sostiene Pablo Iglesias que de haber sido él y su pareja, Irene Montero, ministros del PSOE o del PP no hubieran sido objeto del acoso al que les sometieron un grupo de ultras que se apostaron durante más de ocho meses frente a su domicilio familiar. Es muy probable que así fuera en 2020, cuando se produjo el hostigamiento denunciado por los entonces vicepresidente segundo del Gobierno y responsable de Igualdad, pero hoy resulta más dudoso. La política española no ha dejado de emponzoñarse, adoptando formas más agresivas de intervención, como el asedio prolongado a sedes socialistas, en una deriva coincidente con el ascenso de la extrema derecha en España y en Europa. También son condenables los insultos, asechanzas, boicoteos, persecuciones e incluso alguna agresión a otros políticos, también de derechas, como se denuncia en las redes sociales desde que el lunes empezó el juicio contra Miguel Ángel Frontera por acosar presuntamente a los dirigentes de Podemos, pero son mayoritariamente ocasionales y puntuales.
Jarabe ultra de fruta
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