Javier de Benito: “Antes que cirujano plástico, soy médico: curo el malestar del paciente”

Javier de Benito: “Antes que cirujano plástico, soy médico: curo el malestar del paciente”

El instituto Javier de Benito en la acomodadísima calle de Serrano de Madrid bulle de actividad un jueves a las cinco de la tarde, aunque no se vea un alma fuera de sus silenciosos y elegantes cubículos. De eso se trata, de que no se vea a nadie que no quiera ser visto. Serán los clientes, después, quienes digan, si lo desean, si han pasado por las manos de este cirujano plástico. Como el ex molt honorable presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, a quien De Bentito le operó los párpados y las bolsas de los ojos. O la televisiva Carmen Borrego, a quien le intervino la papada en 2018. Pero estamos en la última semana de abril de 2024. El doctor se retrasa media hora larga de la hora de la cita y, por la expresión de apuro de la solícita colaboradora que lo disculpa, una se lo imagina enfangado en plena faena, dando las últimas puntadas a la sutura del enésimo lifting, o terminando de aplanar el puente de una nariz rebelde, antes de lavarse las manos y ocuparse de la entrevista. Cuando por fin aparece, alto y dinámico con su inmaculado pijama de manga corta, despliega su encanto, simpatía y caballerosidad de galán de vieja escuela y dice que tiene toda la tarde. Por él, aún estaríamos charlando.

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Los días más felices de la vida de Javier de Benito fueron, según cuenta él mismo, el de su nacimiento y el que decidió dedicarse a la cirugía estética. Ni siquiera los igualan los de los nacimientos de sus hijas: una de 37 años y la pequeña, de solo 18 meses. “Las adoro, pero su futuro está por escribir, yo ya puedo decir que mi vida ha sido estupenda por haber nacido y por haber elegido ser cirujano”, arguye. De Benito, nacido “el 14 de enero de un año par del siglo XX” —hay que insistirle para que aporte la data exacta (Barcelona, 76 años)—, hijo de un empresario textil y una mujer dedicada al hogar, se licenció en Medicina y Cirugía, y los contactos que hizo en Marbella en sus años de estudiante, trabajando en verano como profesor de tenis en un hotel de lujo, le abrieron los ojos y las puertas a un ecosistema, el de los ricos y famosos, que, después, a lo largo de su vida profesional, fueron buenos clientes de sus clínicas. Fue presidente de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética y está considerado como uno de los 10 mejores profesionales de la rama en el mundo. Ahora presenta el libro Lo que aprendí de las mujeres, en el que cuenta suculentas y divertidas anécdotas y particularidades de su oficio después de haber atendido a más de 30.000 mujeres en 50 años en, al menos, 17 clínicas de varios países: Rusia, Arabia Saudí, Países Bajos o Estados Unidos, entre otros. El poco pelo que le queda, reconoce, es implantado. En la lengua, no tiene. Tampoco se la muerde. 

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