La noche que quebró el procés; el voto catalán y el eurovisivo

La noche que quebró el procés; el voto catalán y el eurovisivo

Josep Pla (1897-1981), uno de los mejores escritores españoles –en catalán y en castellano– del siglo XX, con méritos de premio Nobel, decía hace casi un siglo, que «la política catalana tiene desde hace años un aspecto caótico e interesante. Fuera del ámbito catalán (…) difícilmente se entiende». El domingo las urnas arrojaron un veredicto contundente: ganó el PSC de Salvador Illa, y de rebote, Pedro Sánchez, el «procés» se quebró con un batacazo atronador y el PP dio un salto de gigante –todavía inútil– en un territorio hostil legislatura tras legislatura. Los «indepes», hundidos, han encajado mal el fracaso y esbozan otro escenario caótico. En la noche más amarga de los «indepes», Pere Aragonès, masacrado en las urnas, volvió a hablar de «represión», mientras anunciaba –ya se verá– el paso de ERC a la oposición. Ya de madrugada, hubo quien lloró por el desastre electoral y hubo quien empezó a afilar los cuchillos para el ajuste de cuentas en el partido de Junqueras y Rufián. Aragonès lo detectó y ayer dimitió para ahorrarse un escarnio cruel y doloroso.

Hubo quien lloró alrededor del todavía prófugo de Waterloo la noche del adiós al sueño «indepe». Carles Puigdemont, desde «la aberración de la realidad», como escribió también Pla, no se resigna y con el «procés» casi liquidado, pregona que se presentará a una investidura imposible, salvo que el inquilino de La Moncloa traicione a Illa. El líder de Junts, por mucho que lo niegue, vuelve a ser «muy español», porque pretende –le parece normal– que gobiernen los perdedores que, en cualquier caso, van a ser quienes decidan el futuro de Cataluña. Una paradoja y una anormalidad política española que comienza a ser habitual. Las elecciones las ganó el PSC de Illa, guste o no guste, el «procés» fracasó, y lo demás son delirios de malos perdedores, como también lo fue Sánchez en las elecciones generales de julio de 2023, y que acaba de recibir un balón de oxígeno con el que intentará hacer olvidar la esperpéntica «crisis de los cinco días». Ahora incluso fantasea con ganar las elecciones europeas. Cataluña, mientras tanto, tras el «fin de la turbulencia separatista», según el Financial Times, inicia otro periodo confuso. Los votantes han dicho que solo Illa puede ser presidente de la Generalitat, igual que el jurado popular –nunca mejor dicho– de Eurovisión votó de forma masiva a Israel sin complejos y alguien debería valorarlo. En Cataluña, todo depende de los perdedores, en especial de ERC, que tiene la pelota en el tejado de sus contradicciones y que ahora vuelve a darle a la política catalana ese aspecto «caótico» que ya describió Pla.

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