La prueba del 9

La prueba del 9

Tras la más amarga victoria de su trayectoria como partido materializada en la noche del pasado 23 de julio, al PP le ha costado dios y ayuda sacudirse meses de melancolía –todavía quedan réplicas– derivados de una expectativa que colocaba a Núñez Feijóo en la Moncloa y que se tornaba en espejismo cuando las cuentas de la lechera en Génova-13 cedieron paso a las cuentas de la matemática parlamentaria, dicho sea de paso tras una campaña plagada de errores, que acabó situando a Pedro Sánchez como el no muerto más vivo de la política española. Ahora el Partido Popular necesita ganarle al PSOE con cierta autoridad en una contienda a nivel nacional –cuestión distinta será la diferencia final entre los bloques izquierda y derecha, separatismos periféricos aparte– y teniendo en cuenta que no son solo los populares quienes muestran un notable estado de forma tras arrasar en las gallegas, parar el golpe en las vascas y quintuplicar escaños en las catalanas.

A la guardia pretoriana de Núñez Feijóo, consciente hace semanas de datos demoscópicos que hacían que se las prometieran muy felices, le recorre estos días un ligero escalofrío hasta la cerviz, tras comprobar por enésima vez que dar por derrotado a Sánchez sin mantener tensos y firmes los filamentos de la iniciativa no es la mejor de las ideas. La dirección nacional de los populares es ya consciente de que el jefe del gobierno ha salido fortalecido de la obra bufa que supuso su «retiro» de cinco días, como lo es de que el líder socialista no dudará, con el resultado en la mano de los comicios catalanes en arrogarse hasta el ultimo día de campaña europea, el éxito de una supuesta pacificación que entierra el «procés» mostrándonos ahora a la amnistía como el más fiable de los instrumentos de concordia y sobre todo, que cuenta con no pocos indicadores que señalan una más que probable movilización de la izquierda en torno al PSOE y muy a costa de Sumar que dejaría a Yolanda Díaz al borde de practicar el vuelo sin motor previo puntapié del electorado donde la espalda cambia de nombre. Pero saben además en Génova-13 que la derecha contigua ha venido para quedarse y Vox puede resistir a golpe de cabreo europeísta. Ergo, toca rebajar expectativas y llegar primeros en la prueba del «9-J», aunque sea pasando la meta con «foto finish».

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