Luciana Gatti mira sombríamente por la ventanilla de la avioneta mientras despega de la ciudad de Santarém, Brasil, en el corazón de la selva amazónica oriental. A los pocos minutos de vuelo, el avión pasa sobre una franja de unos 30 kilómetros de devastación ecológica. Es un mosaico de tierras de labranza, llenas de tallos de maíz verde esmeralda y parcelas recién taladas donde antes había selva tropical. “Es horrible. Muy triste”, se lamenta Gatti, climatóloga del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de São José dos Campos (Brasil).
Los científicos que vigilan una Amazonia en apuros
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