Los franceses incapaces de dejar de ser franceses

Los franceses incapaces de dejar de ser franceses

Alphonse de Lamartine (1790-1869), poeta y político, considerado el «primer romántico francés», se quejaba de que «Francia es un país que se aburre». A pesar de eso, defendió la abolición de la esclavitud, de la pena de muerte y fomentó la libertad de prensa. Quizá su queja provenga de que se perdió en su obsesión por las tareas administrativas, que le granjearon las críticas de Tocqueville (1805-1859) y del liberal Bastiat (1801-1850). Lamartine es dudoso que pudiera decir lo mismo de la Francia en la que el domingo la extrema derecha fue frenada por la extrema izquierda, aunque nunca se sabe en un «estadista sin iniciativa», como lo calificó Flaubert (1821-1880).

Los franceses han cerrado las puertas, por ahora, a Marine Le Pen, aunque hay quienes creen que este revés le da más opciones para las presidenciales de 2027. Los gabachos, al mismo tiempo, se las han abierto a la izquierda más extrema que lidera Mélenchon y, además de ser islamista, antisemita y partidario de Putin, plantea un programa con un aumento de más de 250.000 millones de gasto público, subidas enormes de impuestos, cortapisas al libre comercio. Todo sin olvidar que no es muy partidario de la Unión Europea, ni tampoco del euro.

El fantasma de la extrema derecha se ha sofocado, pero hay otros. Charles de Gaulle (1891-1970), el hombre de la «Grandeur», que acaba de ser homenajeado por el Tour de Francia, que este año ha puesto el final de una etapa en Colombey les des Eglises, donde falleció el general, lo tenía claro: «He tratado –dijo– de sacar a Francia del barro. Pero ella volverá a sus errores y vómitos. No puedo evitar que los franceses sean franceses». No habrá «error» Le Pen, por ahora, pero eso no impide que haya otros.

Macron, otro político más que convoca elecciones en el momento menos oportuno, tiene por delante una cohabitación enrevesada. Mélenchon quiere gobernar, pero su resultado electoral tampoco es tan espectacular, pero sin sus escaños tampoco es posible una mayoría. ¡Ojo! En el Reino Unido, Rachel Reeves, la nueva responsable económica, laborista, ya dicho que son «pro crecimiento» y «pro business», nada de aventuras. En Francia, parece emerger Raphäel Glucksman, hijo el filósofo André Glucksman, que lideró a los socialistas en las elecciones europeas y logró matizar el programa inicial de Mélenchon. Sería la alternativa templada más viable que tendría Macron para nombrar primer ministro, al principio de una cohabitación que, ahora, en Francia será todo menos aburrida, en contra de la queja de Lamartine.

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