Los vínculos comerciales con China, claves en la supervivencia del régimen iraní

Los vínculos comerciales con China, claves en la supervivencia del régimen iraní

Los datos de los primeros meses del año no dejan lugar a dudas: las exportaciones de petróleo iraní están batiendo récords. A pesar de la aplicación de sanciones occidentales contra el régimen de los mulás, las ventas de crudo al exterior marcan los mejores registros para Teherán de los últimos seis años. Los ingresos por las exportaciones del hidrocarburo suponen anualmente unos 35.000 millones de dólares para las arcas del régimen. Y gran parte de la culpa de este éxito comercial iraní lo tiene China, que adquiere la inmensa mayoría del petróleo iraní.

La relación comercial sino-iraní –China es el principal socio del país persa al representar un tercio de toda la actividad comercial– convierte, por tanto, hoy al gigante asiático en un puntal clave para la supervivencia de la República Islámica. Un régimen asediado económicamente desde el exterior y cada vez más contestado en el interior, como ocurre desde las revueltas de finales de 2022, que, sin embargo, continúa con sus ambiciones nucleares y militares intactas. Para Pekín, por su parte, la dependencia de la República Islámica es un elemento de leverage en una de las potencias del conjunto de Oriente Medio, donde las autoridades chinas llevan a cabo una lenta estrategia de penetración en los últimos años.

No en vano, China fue artífice del histórico acercamiento entre Arabia Saudí y el propio Irán, las dos grandes potencias regionales, las cuales anunciaron hace un año el inicio de la normalización diplomática con la reapertura de embajadas. En cualquier caso, el escenario surgido del 7 de octubre ha vuelto a acentuar las diferencias de fondo entre Riad y Teherán en su afán por la hegemonía regional. Además, en plena escalada contra Israel –también de Estados Unidos– a través de fuerzas proxy a lo largo del tapete de Oriente Medio, con su creciente alianza comercial con Teherán el régimen chino subraya su antagonismo estratégico con Occidente, del que Irán es némesis. Y pone en evidencia las dificultades y complejidad que para el principal promotor de las sanciones, Estados Unidos, tiene el objetivo del aislamiento económico del régimen de los mulás. Las sanciones fueron introducidas por la Administración Trump en 2018.

Cifras comerciales récord

Durante los tres primeros meses del año, la República Islámica vendió 1,56 millones de barriles de petróleo diarios, casi todos ellos a China, según datos de Vortexa citados por el Financial Times. Desde marzo de 2023, Irán exportó crudo por valor de 44.000 millones de dólares. Incluidas las ventas al exterior de gas y productos petroquímicos superan los 100.000 millones de dólares en valor. Desde 2020 y 2023, las importaciones de compañías chinas de crudo iraní se han triplicado, marcando un máximo de diez años. Igualmente benéfico para el régimen de los mulás ha sido el incremento de los precios internacionales del petróleo experimentado desde el ataque terrorista de Hamás y el inicio de la ofensiva israelí en Gaza. La guerra ha elevado los precios del crudo desde octubre un 15% llegando estos a alcanzar los 90 dólares el barril. Teherán ha aumentado considerablemente su flota de buques petroleros en los últimos meses.

Entretanto, los medios informativos oficiales presumen de su capacidad de burlar las sanciones promovidas por Estados Unidos. Un extremo que corroboran los expertos. «Los iraníes son expertos en el arte de sortear las sanciones», aseguraba el analista especializado en riesgo geopolítico del Rapidan Energy Group Fernando Ferreira en declaraciones al Financial Times. En el caso del comercio con China, los especialistas advierten de que no pocas empresas del gigante asiático adquieren crudo iraní en el mercado negro, lo que les permite escapar a las sanciones.

Pese a venir apoyando las agresiones contra Israel a través de milicias por interposición desde el pasado mes de octubre –situándose la milicia libanesa Hizbulá a la cabeza–, con su medida y calculada agresión a Israel –el lanzamiento de en torno a 300 drones y misiles en dirección al «enemigo sionista»– en la noche del 13 de abril pasado, las autoridades iraníes dejaron clara su falta de apetito por una escalada bélica con Tel Aviv que –dada la inferioridad militar de los iraníes– podría comprometer la supervivencia del régimen. La cancillería china calificó el inédito actaque iraní contra Israel de «acto de autodefensa».

Desde la Administración Biden se ha urgido en las últimas semanas a las autoridades chinas que emplearan su influencia en Teherán con vistas a ahuyentar definitivamente la posibilidad de una confrontación bélica total con Israel. Con este fin, la Cámara de Representantes aprobó a mediados de abril pasado una ley de sanciones en materia de energía para Irán y China destinada a castigar a las empresas del gigante asiático que adquieran petróleo del país persa.

En un reciente artículo firmado por la analista Christina Lu la revista estadounidense Foreign Policy dejaba constancia a partir de la consulta de los especialistas de que, a pesar de la importancia de los vínculos comerciales, el leverage chino en el núcleo político del régimen de Irán es limitado. Y nada hace indicar que el régimen comunista esté dispuesto, por ahora, a usarlo en favor de las instrucciones que puedan llegarle desde Washington. El tiempo dirá si las nuevas sanciones contra el régimen de los mulás acabarán haciendo seria mella en la maquinaria del Estado de la revolución de 1979. Y si China seguirá siendo un sostén clave de la República y si, en fin, empleará su influencia en Teherán en beneficio de la estabilidad regional y la paz.

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