Moros y cristianos en el pueblo de la Kola Coca y Nino Bravo

Moros y cristianos en el pueblo de la Kola Coca y Nino Bravo

Llegamos a la primera casa que nos sale al paso en Ayelo de Malferit y encuentro a dos señoras en la puerta conversando. Una de ellas, la más mayor, me ve “guiri” y antes de que pregunte me dice: “Busca la botillería?” Me desconcierta. “No senyora, busque lesglèssia”. El objetivo era localizar el Crist de la Pobresa. Han comenzado sus fiestas y quería saber algo de su historia

Me indica dirección y acabo aparcando delante de un sencillo, pero sólido, edificio del XIX, en una alameda, que tiene espadaña en su entrada y semeja ermitorio. Es temprano y decido desayunar. Ahora es el bar del hogar del jubilado. A una de las tres jóvenes que atienden le pregunto si aquello había sido antes un convento o ermita por la tipología del edificio. “Antes era un hospital”. Me doy perfecta cuenta que del pueblo lo saben todo, son como el Google local.

En el XVIII, Ayelo contaba con un albergue “refugio para el sereno, los desvalidos del pueblo y los mendicantes que venían de paso”, que acabaría siendo hospital de beneficencia, «Asilo de pobres y enfermos del pueblo y también para refugio del sereno” en el XIX, costeado por unos pocos pudientes del pueblo.

Como hospital comenzó a funcionar en 1840 con las rentas de algunos generosos vecinos solidarios, gestionado primero por el Ayuntamiento, al que tenían preferencia de acceso “se recojan y alberguen a los pobres de Ayelo de Malferit”, para administrarlo y atenderlo tiempo después religiosas Terciarias Franciscanas, que establecieron allí convento y escuela. Las religiosas estuvieron en el pueblo mientras tenían vocaciones, Luego se vieron obligadas a cerrar y marcharse.

Este ejemplo cívico social de auténtica solidaridad con los tiempos modernos dejó de existir y hoy es un agradable lugar de esparcimiento para personas mayores. Como voy sin citas ni agenda previas, pregunto por el cura párroco, Pablo Tos Real, y me da la impresión que todo el pueblo sabe de sus costumbres. La chica del bar de jubilados me lo localiza por el móvil, le explica que “ací n hi ha dos homens buscantlo”.

Mientras llega, nos da tiempo de ir a La Botillería, me intrigaba el primer dato que me habían dado en el pueblo, y entró en una vieja destilería, la más antigua de las que había en el pueblo desde el XVIII donde hacían maravillas de licores aprovechando la cantidad de viñas que tenían. Está en producción, aunque parece más un museo, y me entero de que allí nació la Coca Cola, el brebaje que ellos hacían en el XIX destilando sus caldos que mezclaban con hojas de coca que importaban de Perú.

Aquella bebida los de Ayelo le siguen llamando Kola Coca, los americanos que compraron la patente de la fórmula del licor de nuez y hojas de coca, le cambiaron el nombre y le pusieron Coca Cola, pero no han podido tachar el origen de su historia. Compramos dos botellas de Kola Coca, de las bodegas de Juan Micó. Nos atiende una señora que no deja de trabajar y huye de que le preguntemos nada sobre la fórmula secreta del licor de nuez que su jefe guarda en una caja fuerte. “Yo fique les mescles que ell me diu”, y se tira el problema informativo de encima. Inteligente.

De camino a la iglesia, nos encontramos con la enorme sorpresa del palacio del Marqués de Malferit, un monumento neoclásico, precioso, muchísimo mejor que los que tenemos en Valencia en la calle Caballeros, que en el pueblo algunos llaman el Castell. Una maravilla arquitectónica, un lujo, que hoy es sede del Ayuntamiento, donde no encontramos nada ni nadie que nos informe del potencial turístico del pueblo, ni siquiera del Museo de Nino Bravo. Una pena.

El párroco ha terminado sus menesteres. No nos lo dejan tranquilo mientras hablamos en la calle con él, todos se paran a saludarle, a decirle cosas. Se nota que es un hombre que se ha ganado a la gente, que la gente le quiere, le aprecia y valora. Una “rara avís” de la clerecía, siempre tan engolada y estirada. “Venim a saber del Crist de la Pobresa”. El hombre va petado de tiempo y trabajo, se va a Cheste ya porque prepara su traspaso allí, lo envían de nuevo párroco. Me gusta lo que dice del Cristo: “Aquí lo quieren mucho. En una epidemia de cólera los salvó a todos”. Un pueblo agradecido. La iglesia, de bella factura arquitectónica está cerrada, y no le entretenemos, pero tiene un precioso telón en una de las fachadas exteriores, muy grande, donde aparece la imagen. Un gran acierto.

En su honor comienzan las fiestas de Moros y Cristianos, todo el pueblo embellecido para la ocasión, entoldado con las heráldicas mora y cristiana, las comparsas preparadas, el programa repartido. Hoy, 4 de agosto, es su día grande, procesionará la imagen y a su término los cristianos tomarán el castillo moro. Se reconfirma aquí la teoría de que los pueblos con devociones muy fuertes a Cristo es porque estuvieron muy arabizados y la Iglesia hizo un gran esfuerzo pastoral cristológico para sustituir la fe en Mahoma por la fe en Cristo. Ayelo fue un pueblo muy moro, consecuencia de que muchos de los expulsados se refugiaron, resistieron y atrincheraron en estas montañas. Costó a los cristianos arrancarlos de aquí.

Los de Ayelo no olvidan a su otro gran tesoro, Nino Bravo, y la noche del 1 de agosto homenajearon a su hijo predilecto, nacido aquí, con un gran concierto. El resto de días los infaltables bous i vaquetes i lo que haga falta. De tot. Un gran poble, treballador, solidari, fester

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