Netanyahu apunta a Irán

Netanyahu apunta a Irán

Netanyahu le está dando una paliza al Partido de Dios (Hizbulá) en el Líbano. De eso no hay duda. Añade el polémico primer ministro israelí otra muesca a la empuñadura de su bastón de mando, justo al lado de la penúltima por la Franja de Gaza que ya cuenta con más de 40.000 víctimas mortales. ¡Y las que faltan!

La inteligencia israelí ha dado buena cuenta de su eficacia con el bombardeo que ha convertido en escombros el edificio donde se escondía en Beirut Hassan Nasralá, el histórico líder de la milicia chiita, aliado de Irán. Hoy, tal vez, el Sayyid libanés yace en el Paraíso con 72 vírgenes como recompensa por los servicios prestados o se ha reencontrado con su predecesor, que también fue abatido por un bombardeo israelí en 1992.

La de Nasralá es una ejecución sin contemplaciones. Una acción militar que se ha llevado por delante a todo desdichado que estuviera en edificio contiguo alguno. No se andan con chiquitas los del Tsahal. También sin miramiento alguno ejecutaron la audaz maniobra que primero hizo explotar los beepers que usaban los milicianos chiitas para evitar ser localizados. Y cuando estaban los supervivientes enterrando a sus muertos –y aún preguntándose qué ocurría– les reventaron en la cara los walky talkys.

Ahí, claro está, también resultaron heridos o muertos todos aquellos que en el momento de la explosión de los centenares o miles de dispositivos electrónicos se encontraban cerca de sus portadores. Ya sea porque en ese momento los milicianos estaban acurrucando a sus hijos –porque sí, también tienen hijos– o porque estaban en un concurrido mercado comprando víveres. O tal vez junto a una lanzadera de misiles –en las posiciones de la milicia en el frente sur– con los que intentan amedrentar a los ciudadanos de Israel. Unas explosiones sincronizadas que dejaron atónita a una milicia que hasta la fecha ha sido un hueso duro de roer para Israel.

Que no nos cuenten más monsergas. No va a haber paz a cambio de territorios. Ni resolución de la ONU que sea atendida. Ni alianza árabe que como antaño responda a la supremacía sionista. En Jordania aún se lamentan de haberse dejado arrastrar a la Guerra de los Seis Días en 1967. Egipto se apresuró a firmar la paz y es ahora un colaborador de Israel en la gestión fronteriza del paso de Rafah. Y Siria, como Iraq, bastante tiene con lo suyo.

Netanyahu no va a dar tregua a los enemigos de Israel que se mantienen en pie. Implacable. Con un Ejército que es el más preparado del mundo y con una reciente exhibición de tecnología que ha dejado atónito a propios y extraños. Gracias, en buena medida a Estados Unidos. Pero también a un estado que es un puntal mundial en I+D. El mismísimo Netanyahu fue en su día un aventajado alumno del MIT de Boston (Massachusets) mientras alternaba su formación académica y científica con su servicio en los cuerpos de élite del ejército israelí. Como su hermano mayor, un héroe en Israel al fallecer en la operación de rescate de los pasajeros de un avión en Ruanda secuestrado por palestinos.

La inmensa mayoría de los líderes políticos israelís se han fogueado en alguna de las muchas guerras que ha entablado Israel contra sus vecinos. También el líder del centroderecha que se pretende alternativa a Netanyahu. El exgeneral Benny Gantz luchó en la Primera Guerra del Líbano.

Pero hay una constante en Bibi Netanyahu que no se da en la misma medida en otros generales que con la jubilación militar se pasaron a la política y llegaron a lo más alto. El general Yishak Shamir fue el que arrebató a Jordania la Ciudad Vieja de Jerusalén. Y el general Ariel Sharon, el que con su ímpetu provocó la Primera Intifada y a quien se acusó de estar detrás de la matanza de palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Shatila.

Fue precisamente Joe Biden quien ofició el funeral por Ariel Sharon cuando este falleció a causa de un derrame cerebral. Biden era entonces el vicepresidente de Barak Obama. Netanyahu visitó en incontables ocasiones a Obama como a todos y cada uno de los presidentes de EEUU a los que conoció. Y siempre, siempre, trató de convencerlos que el adversario a batir era Irán y de persuadirlos para una operación militar conjunta de gran abasto contra este país. Se lo dijo a Bush, a Clinton, a Obama, a Trump –con quien más congenió– y a Biden. Y probablemente insistirá ante Kamala Harris si fuera el caso. Netanyahu lo ha tenido siempre claro y por ello no dudó en dejar constancia de su fijación en su autobiografía. El verdadero enemigo, para Netanyahu, es el Régimen de los Ayatolás. Y por lo que respecta a Palestina, no hay acuerdo posible que no pase por el reconocimiento integral de Eretz Israel. Esto es, todo el territorio bíblico bajo una única soberanía, la israelí. En esas está Netanyahu y los recientes sondeos parecen premiar su actitud.

Sergi Sol es periodista

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