No hay más opción que defender la igualdad

No hay más opción que defender la igualdad

El Partido Popular comienza el nuevo curso político frente a un Gobierno al que parecen deshacérsele las costuras y al que las sucesivas encuestas de opinión sitúan en una senda descendente de su apoyo electoral, con el componente ultraizquierdista del Gabinete en plena debacle. Ni siquiera la maquinaria propagandística de La Moncloa es ya capaz de controlar las contradicciones sobre las que cabalga el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, con un elenco de ministros que tienen que desdecirse a sí mismos con cada nuevo «cambio de opinión» del líder, desiderátum que no siempre se disimula con el comodín de acusar a la derecha.

De ahí, que muchos comentaristas políticos consideren que la oposición no está ejerciendo bien su papel y lleguen a invertir la carga de la prueba, repartiendo responsabilidades entre la dirigencia popular, que, según parece, nunca logra estar a la altura de sus altas expectativas. Por supuesto, el «fuego amigo» suele centrarse en la figura de Alberto Núñez Feijóo y quien más o quien menos ya apunta a la conveniencia de un proceso de sucesión.

Podríamos quejarnos del inveterado «cainismo» de la derecha y contraponerlo al cierre de filas, casi legionario, del conglomerado mediático de las izquierdas, pero, desde luego, preferimos la libertad de opinión sin restricciones al seguidismo acrítico de las consignas del poder.

Dicho esto, la realidad política española presenta una serie de anomalías que deberían tenerse en cuenta ante cualquier análisis cabal de la situación, comenzando por la existencia de una mayoría parlamentaria conformada por partidos que supeditan programas, ideologías e intereses propios a mantener un gobierno débil, en constante equilibrio sobre el alambre, conscientes de que un cambio de signo político redundaría en un retorno al principio de igualdad entre todos los españoles, cuya destrucción es, precisamente, el caballo de batalla de los nacionalismos excluyentes sobre los que se apoya lo que hemos dado en llamar «el sanchismo».

Y en esa defensa de una sociedad de ciudadanos libres e iguales es donde los populares están llevando a cabo una labor impecable de denuncia y oposición, que, a la postre, acabará por confluir con otros sectores de la izquierda no nacionalista, a los que la amnistía o el cupo catalán les produce íntimo rechazo.

A nuestro juicio, no cabe otro desafío más decisivo para Núñez Feijóo que restaurar uno de los principios en que se fundamenta la democracia constitucional española y que la aritmética parlamentaria que sustenta al sanchismo ha puesto en grave peligro. No será fácil, entre otras cuestiones, porque la acción política del actual gobierno ha procurado la ocupación partidista de las instituciones del Estado. Pero no le queda otra a la oposición que dar la batalla, aunque los resultados exijan su tiempo.

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