Nuevo curso, más piedras

Nuevo curso, más piedras

El aterrizaje de Salvador Illa en la Presidencia de la Generalitat, gracias al engaño del concierto económico para Cataluña, no ha corregido ninguna de las incertidumbres que cercaban al Gobierno de coalición y ha añadido algunas nuevas bastante robustas. Es interesante ver cómo son los socialistas los que hoy ya dudan más que la oposición del tiempo de vida política del presidente del Gobierno. Quizás lo hacen porque ven muy de cerca cómo evoluciona el nivel de enfrentamiento con las comunidades autónomas, las desafecciones dentro del Gobierno, y no precisamente con la parte de Sumar, y cómo incluso se achican los márgenes para seguir viviendo del cuento de intentar engañar a todos al mismo tiempo.

No habrá Presupuestos, como ya comentamos en esta columna hace semanas, y los congresos de ERC y de Junts no solo tendrán consecuencias en la reorganización de estos partidos, sino, sobre todo, en el trabajo que hace Moncloa para seguir ocultando que el búnker del poder está cada vez más vacío de soldados que no estén pensando ya en donde refugiarse para sobrevivir al Ragnarok. Ni la desvergüenza del ministro Puente ni los superpoderes de la ministra Montero para digerir sapos acallan ese runrún interno que no es de ayer, pero que ha llegado ya a un volumen tan atronador que ni con un milagro Sánchez podrá salir bien parado cuando se suelte el único resorte que mantiene en pie al Gobierno.

Se nos podrá decir que el final de Sánchez se viene anunciando desde hace años, y que siempre ha encontrado la manera de imponerse sobre los malos conjuros, pero cuando quienes se los lanzan están ya dentro del Consejo de Ministros quizás tenga su lógica que todos, hasta los más fieles, anden ya pensando en qué hacer para sobrevivir a la muerte de su Dios.

Esto empieza peor que terminó en julio, y no será porque la oposición haya estado este verano muy rápida de reflejos ni muy hábil tampoco en algunas de sus respuestas a las crisis estivales. El PP necesita una dirección única, en la que no haya espacio para los matices en los temas de Estado. Y necesita dejar de mirar hacia atrás para vigilar cómo baila la sombra de Vox. No hay quien entienda, por ejemplo, cómo en estos últimos días nadie frenó el desfile televisivo del señor Albiol con su visión racista sobre el canon al que tiene que ajustarse un migrante que llega en situación irregular a España. La calle no está siempre en las encuestas del Arriola de esta etapa.

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