Oasis y la nostalgia como negocio

Oasis y la nostalgia como negocio

Ayer supimos que Oasis vuelve a encabezar unas décadas después la lista de discos más vendidos en el Reino Unido, además de que sacarán un nuevo álbum para acompañar su gira de 2025. Y a los hermanos Gallagher solo les ha hecho falta anunciar su efímero regreso para empezar a volver a facturar notablemente.

Lo que es gracias al negocio de la nostalgia, algo que en el mundo cultural se viene explotando de un tiempo a esta parte como si fuera una mina de la que se extraen fósiles para venderlos como piedras preciosas pulidas por nuestra miope mirada al retrovisor.

El de los Gallagher ha sido el enésimo caso exitoso de la industria de la saudade: un multimillonario negocio que se alimenta de la añoranza del personal, de esa tendencia tan humana a creer que cualquier tiempo pasado fue mejor, simplemente porque antes éramos más jóvenes y, por tanto, más guapos, más delgados, más rápidos y pasábamos mejor las resacas. También cabe sumarle esa suerte que tiene nuestra especie de olvidar lo malo, lo doloroso y lo penoso para poder progresar y reproducirnos, y que no seamos todos partidarios del fin de la raza igual que los Panero.

Como escribió el otro día Héctor García Barnés en El Confidencial, sorprende «la efervescencia intergeneracional que ha generado la reunión de Oasis, un grupo que en 2009 había perdido toda relevancia cultural, con los Gallagher convertidos en carne de tabloide y discos que acababan en las cubetas en un par de semanas».

Una «efervescencia» que este periodista considera el mejor reflejo de la euforia en la que supuestamente vivimos, fruto del presentismo, «como lógica reacción a pandemias, guerras y apocalipsis que están a la vuelta de la esquina y que van a acabar con nosotros mañana mismo». O sea, lo mismo que llena los bares dejando las cuentas corrientes como máximos representantes del minimalismo.

Sin embargo, uno es de la opinión de que toda esta explotación de la nota musical Re (remakes, remembers, recovers…) se debe a un creciente sebastianismo socio-cultural. Si el sebastianismo portugués consistía en la añoranza del rey Sebastián, desaparecido en la batalla de Alcazarquivir, y cuyo regreso cultural se convirtió en un mito popular, el socio-cultural sería una nostalgia de una edad de oro que nunca existió, una fantasía que la industria aprovecha para tapar sus carencias creativas con remedos de lo que en su día acabó muriendo de éxito.

Así se explicaría la vuelta triunfal del [[LINK:INTERNO|||Article|||66db8f7664c7b0e493f67966|||«Gran Prix»]] a la televisión, la desorbitada acogida del retorno de Oasis, los remakes de los clásicos con los que Disney nos bombardea o la emoción popular que despierta cuando se vuelven a juntar Chenoa y Bisbal o los arrugados actores de aquella serie que veíamos en los 90.

En España, como saben, hasta hace unas décadas los nostálgicos estaban mal vistos porque así se tildaba a quienes añoraban los tiempos de Franco; sin embargo, con los años se ha resignificado este concepto para reclamar unas supuestas libertades de los 80 y 90 como fumar, beber, follar y contar chistes libremente. Vuelve Oasis, sí, pero me temo que capados.

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