Otra manera de vivir

Otra manera de vivir

En una sociedad cada vez más comprometida con el cuidado del
medio ambiente, las denominadas ‘passive house’ o ‘casas pasivas’ se están
convirtiendo en la opción predilecta para quienes buscan una construcción
eficiente y sostenible. Su popularidad ha aumentado en los últimos años ya que
son inmuebles pensados para minimizar la huella ambiental mediante un
aislamiento superior, una mejor hermeticidad al aire o sistemas de ventilación
controlada. Un aspecto que se ha vuelto cada vez más importante debido, en
parte, a la creciente preocupación sobre el cambio climático y el aumento de
los costes energéticos. Como resultado, hay una creciente demanda de
arquitectos y diseñadores especializados en el desarrollo de casas pasivas.

“¿Es mucho más cara que una casa tradicional? ¿Es compatible
con el clima de mi ciudad? ¿Funcionará realmente? ¿Requerirán de mucho más
mantenimiento?”. Todas ellas son preguntas que los posibles clientes se repiten
constantemente antes de dar, o no, el paso de adquirirla ya que todavía existe
mucho desconocimiento en cuanto a este tipo de inmuebles. Lo saben bien en la
empresa palentina Medgón ya que llevan casi 20 años diseñando este tipo de
edificaciones. David Sánchez es su director de proyectos y destaca la reducción
de puentes térmicos, el uso de ventanas de altas prestaciones o los sistemas de
ventilación de última tecnología como medidas que ayudan, no solo a reducir la
factura del gas, sino también a “mejorar la calidad de vida de los ocupantes de
la vivienda al garantizar un ambiente interior, confortable y saludable”.

Al contrario de lo que la gente pueda pensar, lo cierto es
que la diferencia de precio entre una ‘passive house’ y una casa tradicional
“no es significativa”. “Puede suponer un cinco por ciento a mayores en la
inversión inicial, pero se puede amortizar, como mucho, en un plazo de diez
años. A partir de ese momento, los beneficios son puramente financieros, ya que
se reduce significativamente el gasto energético”, remarcó.

Lo cierto es que su demanda se ha disparado, especialmente,
desde la pandemia. “El covid puso de manifiesto la importancia de la calidad
del aire interior en los edificios. Las ‘passive house’ garantizan un ambiente
interior limpio y saludable, lo cual es crucial para la salud y el bienestar de
los ocupantes”. Así lo demuestra el hecho de que cada vez es más habitual ver
este tipo de construcciones en Castilla y León, una comunidad idónea para ello
debido a sus fuertes oscilaciones térmicas.

Aunque los inviernos en la región son muy fríos y sus
veranos especialmente calurosos, las ‘passive house’ son capaces de adaptarse
para proporcionar un ambiente confortable durante todo el año, con un consumo
mínimo de energía. Durante los meses de invierno, serían capaces de retener el
calor generado por el sol mientras minimizan la pérdida de calor a través de un
aislamiento de alta calidad y una especial hermeticidad al aire. Sin embargo,
durante la época estival, su estructura es capaz de reducir la ganancia de
calor excesiva y mantener un ambiente fresco gracias a estrategias de sombreado
efectivas, sistemas de ventilación cruzada y el uso de aislantes que impidan la
transferencia de calor desde el exterior.

Además, desde la compañía palentina, se están impulsando
proyectos de investigación que permitan readaptar los edificios ya construidos
a las nuevas necesidades de los clientes. También se trabaja para reaprovechar
un recurso muy escaso en muchas zonas de España como es el agua. “Queremos dar
un paso más allá y ser capaces de dar una segunda vida al agua de la lluvia o a
la que se acumula en las cisternas para que no se desperdicie”.

Pero además de las ventajas energéticas, este tipo de
construcciones pueden ser más seguras frente a los incendios. Las passive
house, por sí solas, no pueden evitar las llamas pero sí que pueden contribuir
a reducir el riesgo y minimizar las consecuencias. Aunque no están diseñadas
específicamente para ello, suelen utilizar materiales de construcción menos
inflamables y más resistentes al fuego. Además, se caracterizan por tener una
buena ventilación creando un ambiente interior más seguro y menos propenso a la
acumulación de humo en caso de incendio.

Esto puede ayudar a reducir la propagación del fuego y
aumentar el tiempo disponible para la evacuación de los ocupantes. Además, y al
contrario de lo que se pueda pensar, su estructura de madera -aún siendo de más
rápida combustión- presenta un mejor comportamiento ante las llamas ya que al
quemarse, crea un caparazón de carbón que ralentiza la destrucción. Eso reduce
la posibilidad de colapso y derrumbe, al menos, durante los primeros minutos y
permite que los servicios de emergencia y extinción dispongan de más tiempo
para desalojar.

En cualquier caso, los bomberos insisten en que es
importante tener en cuenta que ningún edificio está completamente exento de
riesgo y, por eso, es fundamental cumplir a rajatabla con las normas de
seguridad tales como sistemas de detección, posibles salidas de emergencia o
alarmas antiincendios.

En definitiva, son viviendas con mejoras en cuanto a la
seguridad, la eficiencia energética y la sostenibilidad. Tanto es así, que la
previsión es que la tendencia continúe al alza y más teniendo en cuenta que en
Castilla y León, al igual que en otras regiones de España, existen líneas de
ayudas específicas para este tipo de construcciones que incluyen subvenciones
directas, préstamos a bajo interés o incentivos fiscales. Incluso las entidades
bancarias ofrecen, en muchos casos, préstamos favorables o condiciones de pago
flexibles para proyectos de construcción sostenible.

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