Paul Auster y el misterio insoportable

Paul Auster y el misterio insoportable

Habrán visto estos días noticias con fotos sobrecogedoras del espacio interestelar. En una sola imagen se veían 50.000 galaxias. Apostaría que incluso allá lejos, en una constelación muy lejana, también están pendientes de Taylor Swift. En estas informaciones se subraya, una vez más, aunque siempre seguimos como si nada, que el 95% del universo es materia y energía oscura, no sabemos lo que es. Podría ser incluso ultraderecha, o inmigrantes. Del mismo modo, en el extremo opuesto, el mundo virtual e intangible de internet, hay estudios que apuntan que casi la mitad es lo que llaman internet muerto. Es decir, no es humano, sino producido por máquinas, por granjas de bots majaras, por algoritmos de inventiva descontrolada. Estímulos robóticos provocan respuestas automatizadas, y en medio estamos nosotros, peleándonos unos contra otros sin saber si estás discutiendo con un señor de Albacete o una de las cien identidades de un adolescente bielorruso subcontratado por fondos de inversión de composición desconocida. En medio de esta incertidumbre que se nos hace intolerable encima no sé si mi viejo coche pasará la ITV, todos los años con esta tensión. Nada es lo que parece, y hasta el novio de Ayuso de repente se sustancia, se nos aparece en un juzgado, y resulta que no se parece nada al que creíamos conocer por las pocas fotos disponibles. Parecía otra persona, un tipo pagado para despistar a los fotógrafos, o hasta un ex, que nunca jamás se habrá encontrado con ella, en el microcosmos de Madrid.

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