Policías de altos vuelos para proteger la Puerta de Alcalá

Policías de altos vuelos para proteger la Puerta de Alcalá

“Ahí está, ahí está”, dice la canción. “Ahí está, ahí está”, podría decir cualquier turista de las decenas que la rodean y fotografían a diario. Y también podría decirlo o piarlo Mimosa, el águila harris que la sobrevuela varias veces por semana. La que ahí está es la Puerta de Alcalá que, como dice el tema que popularizaron en los ochenta Ana Belén y Víctor Manuel, ve pasar el tiempo, exactamente desde 1778, casi 250 años en los que el granito y la caliza que conforman uno de los símbolos de Madrid han sufrido y soportado las inclemencias del clima, de la contaminación ―lo más perjudicial―, de los humanos y de otras especies como las palomas. Y para evitar que la sobrepoblación de estos pájaros dañe el monumento con sus excrementos y/o anidando en él, el Ayuntamiento ha puesto en marcha un sistema que hasta ahora no había usado para proteger la Puerta: aves rapaces que las mantengan a raya, una especie de policías aéreos que vigilan y marcan el territorio. En argot patrimonial: un método de conservación preventiva (volador).

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