Atractivas, sugerentes y golosas, las fresas atraen la mirada de quienes las contemplan. Para algunos son su magdalena de Proust: la avanzadilla del buen tiempo que se paladeaba en cada bocado de rojo dulzor. Sin embargo, el cambio climático, la modernización de las técnicas agrícolas y la globalización alimentaria han provocado una cierta confusión en el consumidor al que se bombardea con todo tipo de informaciones. Quien más quien menos se pregunta: ¿Por qué no tienen el sabor de antaño? ¿Sigue siendo mayo el mes de la fresa o deberíamos ampliar su temporalidad? ¿De qué tipo de fruta hablamos? ¿Cuál es su origen? ¿Es correcto el nombre de fresa o deberíamos llamarlo fresón? ¿Por qué son tan delicadas y, sin embargo, vemos como nuestros mercados se llenan de variedades que han hecho más de 1.000 kilómetros en camiones refrigerados? ¿Por qué sólo duran un par de días en la nevera?