Seguía lloviendo fuera, sobre el maltrecho césped del estadio de Ginebra, como casi todo el domingo, como todo el partido, y en uno de sus pasillos, ya a resguardo, Joselu saboreaba el regusto de un partido de brega. Una noche como otras muchas que había tenido de delantero boya. En Alemania, en equipos que descienden. “O en Stoke, ¿no?”, dijo divertido. Stoke no es solo uno de los 11 clubes por los que ha pasado en su larga carrera de buscavidas. También se convirtió hace años, medio en serio, medio en broma, en una especie de test de estrés competitivo, cuando dos comentaristas ingleses discutían los méritos de Cristiano y Messi para ganar el Balón de Oro: “Vale, pero ¿pueden hacer eso en una noche fría y lluviosa en Stoke?”.
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