Salman Rushdie: «Todos los miedos que teníamos han vuelto»

Salman Rushdie: «Todos los miedos que teníamos han vuelto»

Salman Rushdie gasta un traje negro y una camisa blanca, y luce unas gafas bicolores inusuales; unas gafas, con un cristal transparente y otro oscuro, que suponen toda una alegoría y un recuerdo de lo que sucedió hace casi dos años, el 12 de agosto de 2022, cuando a las once menos cuarto de la mañana, un desconocido lo agredió. Habían transcurrido treinta y tres años desde que Jomeini dictara una sentencia de muerte contra él. Todos pensaban, incluido él mismo, que ya vivía sin protección en Nueva York, que aquellas palabras formaban parte del pasado. Pero entre el público surgió alguien que no las había olvidado. Un joven fanatizado que lo acuchilló una y otra vez, sin descanso, hiriéndole en todas partes, en el pecho, el cuello, las mejillas, el ojo derecho… Los médicos concluyeron que el escritor se salvó de milagro. La inexperiencia de su atacante con un arma blanca, sentenciaron. En «Cuchillo» (Random House), un impresionante relato que cuenta, no como testigo, sino como víctima, lo que es vivir un ataque islamista, Rushdie relata qué sintió, las consecuencias físicas y emocionales de la agresión, la importancia de los lazos emocionales y aporta una lúcida reflexión sobre la radicalización de la sociedad, convertir las religión en un arma, el auge de la intolerancia y ese mundo digital que promueve los clichés y no el pensamiento crítico.

¿Es posible seguir siendo el mismo después de lo que vivió?

Espero que sí. Ahora que, más o menos estoy recuperado, la gente que conozco me comenta que sigo siendo el mismo que era antes. Hasta yo mismo estoy sorprendido por eso, pero es así. Nada ha cambiado, aunque, evidentemente, cuando a un escritor le sucede un hecho de esta envergadura, es natural que tenga que reflexionar. Este libro es la reflexión. Pero ahora lo que deseo es volver a mi trabajo habitual. Mi carácter no se ha modificado. Hay cambios más allá de lo más obvio y evidente. Es lógico. Mi fortaleza física se ha visto afectada. No soy tan fuerte físicamente como antes. Tengo, por consiguiente, que ser más cuidadoso. Por ejemplo, debo prestar atención a las escaleras. Pero en lo que respecta a mi visión del mundo, continúa siendo la misma que antes.

Reconoce que se avergüenza por no haberse defendido.

Es cierto. He aprendido, y comprendido, por qué las víctimas de una agresión tienen ese sentimiento. Y esto ocurre respecto a toda clase de agresiones, también las sexuales. Estas víctimas sienten vergüenza. Yo ese día me sentí como una piñata. Como algo que estaba colgado del techo y golpeaban. Me da vergüenza, pero es así. Lo que sucede es que estás en conmoción. Alguien se abalanza. No tienes tiempo de reaccionar. Te quedas inmóvil. Todo es muy rápido. Desde que vi al hombre desde donde estaba hasta que llegó, transcurrieron unos segundos. Después de la primera puñalada, mi capacidad de reaccionar quedó anulada. Es lo que sucede con lo inesperado. Luego, además, yo no soy un luchador. Mis hijos me lo dicen: ¿qué podrías haber hecho? Pues nada. Creo que, al final, podré perdonarme. (Risas).

[[QUOTE:PULL|||”Mi agresor apenas sabía nada de mí, pero decidió matarme, como si no tuviera importancia”|||Salman Rushdie]]

Veo que mantiene su sentido del humor. ¿Le ha ayudado?

Me brota de manera natural. Cuando escribí el libro, concluí que era importante incluir un tono humorístico porque no quería que fuera un foco de oscuridad. Aspiraba a que tuviera luz. El humor, como el amor, es un modo de enriquecer esa experiencia. En el hospital detecté que las enfermeras que viven este tipo de urgencias tienen una especie de humor negro. Cuando ellas se dieron cuenta que viviría, empezaron a hacer bromas. Para ellos es una forma de soportar lo que viven. En el hospital se hacían bromas. Es buena señal. Si no vas a sobrevivir, no las hacen. (risas).

Su agresor le atacó guiado por tópicos y clichés.

Lo que me sorprendió de este hombre es lo poco que sabía de mí. No se informó sobre mi persona, pero había decidido matarme, como si no tuviera importancia. Y hay otra cosa que me impactó. Debía ser consciente de que también estaba arruinando su vida, no solo la mía, también la suya. Sabía que no iba a tener salida, que le detendrían y, sin embargo, hizo este sacrificio. Sacrificó su futuro, su vida. Como escritor, desde luego, es interesante. En el libro trato de comprenderlo y extraigo algunas conclusiones.

¿Lo que él hizo no es una definición de fanatismo?

Es una persona a quien se le convenció de una visión o se le dio una visión fanática del mundo, pero esa visión la absorbió de alguien. Este proceso tuvo que desencadenarse cuando fue al pueblo de su padre en el Líbano, que está influido por Hezbolá. De allí, volvió radicalizado. Esto es lo que su madre dijo a la Prensa. Después pasó cuatro años en soledad en el sótano de la casa de la madre. Esta ni siquiera podía bajar. Se dedicó a ver vídeos de YouTube. En algún momento, llegó al punto de querer un acto radical. Debió leer que yo participaba en un acto público, y empezó a planificarlo.

[[QUOTE:PULL|||”Convertir la religión en un arma es un fenómeno prototípico de la época en que vivimos”|||Salman Rushdie]]

YouTube, Facebook, Twitter o «X»… advierte «contra estos grandes fabricantes de pensamiento colectivo». ¿Fanatizan?

Aceleran el fanatismo, porque ahora las cosas se mueven de una manera mayor y más rápida, y una idea atraviesa el mundo en segundos, a una gran velocidad y a través de una enorme extensión. Antes creía que Twitter, o X, era útil como medio de comunicación. Se podía hablar con personas. Un escritor podía estar en contacto con sus lectores, pero ahora… la gente puede comportarse mal en las redes, decir cosas sobre el prójimo inenarrables. El discurso público se ha hecho más descarnado. Esto, evidentemente, ha sido importante, pero en este caso la radicalización se produjo en el Líbano y luego ese proceso siguió frente a un ordenador. Cuatro años haciendo eso, a uno le pude llevar a la luna.

¿Crece la radicalización?

Es sobre lo que quería escribir. Sabemos sobre radicalización islámica y las consecuencias que tiene, como los atentados del 11-M, pero eso está ocurriendo en otras religiones. Hay unas elecciones generales en la India y el favorito para ganar es un partido radical hindú que actúa de una forma cada vez más hostil contra aquellos que no son hindúes, como budistas, musulmanes… En Estados Unidos hay una militancia cristiana que está subiendo. El aumento de la radicalización me preocupa. Convertir la religión en un arma es un fenómeno que es prototípico de la época en que vivimos.

[[QUOTE:PULL|||”Hoy en día existe un déficit de tolerancia en el mundo que resulta muy peligroso”|||Salman Rushdie]]

Pero sucede también en Europa, con los nacionalismos.

Ha crecido la extrema derecha en todos sus países. Tenemos que vencer esto. Soy hijo de los sesenta. En 1968, creíamos que el mundo iba a mejor. Era la época de los movimientos de los derechos civiles, la primera generación feminista, todos los fenómenos eran positivos y constructivos. Protestas contra Vietnam… creíamos que lo estábamos haciendo bien, pero resulta que no. Todas las cosas que temíamos, todos nuestros miedos, han vuelto. Cuando Obama fue elegido representaba un paso adelante, y muy importante, pero lo que hizo fue desencadenar una oleada de supremacía blanca. La elección de Trump fue una reacción a un presidente negro. Hubo gente que no lo pudo soportar.

Y en esa oleada, los escritores vuelven a estar amenazados en el mundo.

Es impresionante. Sí. Pero en todas partes. No solo rusos, sino también chinos y africanos… cuando el autoritarismo asciende, los escritores se convierten en objetivos. Llevo años trabajando en una organización internacional en esta lucha, para proteger a los escritores en cualquier parte del planeta.

¿Por qué son peligrosos los escritores?

Porque los dictadores y los totalitaristas quieren controlar la narrativa, quieren imponer una visión: el mundo es así, dicen y la gente tiene que comportarse de esta forma. Los escritores ofrecen, en cambio, diferentes versiones de la vida. Los poetas y novelistas no aceptan la narrativa oficial. Por eso los tiranos han luchado siempre contra los poetas. Franco y Lorca. El detalle es que Lorca ha quedado y Franco, desapareció.

¿Falta tolerancia?

No en todas partes, pero existe un déficit de tolerancia. El mundo se ha convertido en un lugar muy intolerante. En Occidente esa intolerancia es respecto a las ideas que la gente desaprueba, pero el principio fundamental de la libertad de expresión es permitir que todo tipo de discursos y narrativas puedan coexistir, no solo la que te gustan a ti. Pero la gente ha cambiado de perspectiva en este punto.

¿Y pensamiento crítico? Dice que es necesario.

Lo que ha ocurrido, con lo que se llama políticas identitarias, es que se nos anima a que nos ciñamos a unos parámetros muy estrechos. Hoy en día, solo podemos ser esto o lo otro. Homosexual, judío… lo que sea, pero solo una cosa. En la novela, para que los personajes tengan vida, tienen que ser complejos, plurales, no unidimensionales, para que sean creíbles. Una persona puede ser muchas cosas a la vez. La novela, en este punto, quizá tiene algo que enseñarnos, por ejemplo, que las personas son complejas, no unidimensionales, pero el mundo, sin embargo, nos invita a que nos comportemos como personajes malos.

Lo de Israel y Gaza no ayuda.

Tenemos que tener esperanza para que termine cuanto antes, porque el número de muertes son de tal calibre… y esa muerte hace que los ánimos se caldeen. Hay que frenar esa espiral de muertes. Esperemos que ocurra. Cuanto antes, mejor.