Sánchez, Meloni y la crisis de los cayucos

Sánchez, Meloni y la crisis de los cayucos

La inmigración está en boca de todos en España, pero es un fenómeno que trasciende nuestras fronteras. Desde el 2015 Europa vive atemorizada por la posibilidad de una nueva crisis migratoria que haga tambalear los cimientos de la Unión. Entonces la canciller alemana, Angela Merkel, abrió las puertas de Europa a los refugiados de la Guerra de Siria. Aunque inmediatamente después, horrorizada por la avalancha, dijo basta. Desde entonces Europa vive obsesionada por que no se repita una situación similar. A finales de 2023, tras ocho años de interminables negociaciones, los Veintisiete firmaron un Pacto Migratorio con el objetivo de sellar las fronteras exteriores y distribuir de forma más equitativa la responsabilidad entre los Estados miembros. Pero este verano, el acuerdo ha quedado en papel mojado y España está sufriendo sus consecuencias. Las llegadas de los cayucos a nuestras costas se ha disparado un 155% este año. No es el único caso, Grecia también ha visto una subida del 222% de la inmigración clandestina. Italia, sin embargo, ha conseguido una reducción del 65% de las llegadas. ¿Qué ha hecho Giorgia Meloni que no ha sabido hacer Pedro Sánchez en la crisis de los cayucos?

Desde su llegada al poder, la primera ministra italiana puso en el centro de sus políticas la inmigración, tomó medidas adicionales a las adoptadas desde Bruselas y, aunque los resultados no fueron inmediatos, este verano ha visto como el fenómeno ha ido en descenso. La inmigración es un asunto polarizador y, por lo tanto, paralizante para algunos gobiernos acomplejados. Meloni tomó una serie de medidas con un claro efecto disuasorio para las mafias como el endurecimiento de las penas para los contrabandistas y capitanes de las barcazas que hacen un negocio millonario con la desesperación de los seres humanos, la aceleración de las expulsiones (que ya no tienen en cuenta los posibles lazos familiares entre inmigrantes ilegales y personas residentes en Italia), la restricción del derecho al trabajo para las personas beneficiarias de un régimen especial de asilo o la imposición de controles de las actividades de las ONG que participan en los rescates de inmigrantes. Esta semana ha incautado por vigesimotercera vez un barco de rescate humanitario. Medidas que crean rechazo en algunas capitales, pero que están resultando efectivas y necesarias. También firmó acuerdos de cooperación con el Norte de África para reducir las salidas y acelerar las deportaciones. No, para ofrecer empleo. Y planteó, además, un centro de asilo en Albania para estudiar desde países terceros las solicitudes de asilo. Sánchez no sólo no ha tomado medidas audaces, sino que con su política exterior errática ha enajenado a nuestros vecinos que han levantado la mano con el control migratorio. Argelia es un ejemplo paradigmático. El reconocimiento de la soberanía marroquí del Sahara se ha traducido en un aumento de la llegada de inmigrantes ilegales a nuestras playas.

La inmigración es un asunto divisivo en el que cada vez hay menos consensos, pero no abordar el problema sólo beneficia a los extremos. En Alemania la extrema derecha cabalga a lomos de la inmigración. Las elecciones regionales de Turingia y Sajonia de este fin de semana amenazan con provocar un terremoto político que se dejará sentir en toda Europa. Ojo.

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