La iglesia es mastodóntica, no se me ocurre otra manera de describirla. Qué iglesia, se trata de una catedral de arriba a abajo. Los muros oscurecidos por el azufre, los turistas deambulando como murciélagos a la sombra, con las luces de las pantallas de los móviles que apuntan a las gárgolas, brillando como antiguamente lo hacían las pupilas deslumbradas de los bichos, al ser sorprendidos. Ciento cincuenta y siete metros de altura en piedra enhiesta, en el centro exacto de una ciudad alemana, haciéndonos alzar los ojos hasta más allá de lo posible, hasta perder el equilibrio.