Tiempo de esquila

Tiempo de esquila

El balido de casi un millar de ovejas se mezcla con el
sonido de las máquinas y deja espacio para la música latina en una nave de la
localidad leonesa de Sopeña de Carneros, donde los esquiladores trabajan a
destajo, con destreza, en plena campaña. Una cuadrilla de hombres argentinos y
uruguayos cumple en una jornada su objetivo y un año más satisface a los
responsables de la Ganadería Hermanos Bango Suárez, que les confían desde hace
tiempo esta imprescindible tarea.

León, como otros muchos territorios, importa talento
sudamericano para realizar una labor dura -en eso todos coinciden-, que cada
vez menos españoles adoptan como oficio. “No hay quien quiera esquilar igual
que no hay españoles que quieran ser carpinteros, fontaneros o albañiles. Y no
es por el sueldo, es que hay suciedad, moscas, sudor y de aquí en adelante,
calor y calor. En España los trabajos que se hagan con las manos… queremos ser
todos directores de Coca Cola y de esos hay pocos”. Así se pronuncia Alfonso
Suárez, quien con su socio Ignacio Fidalgo fundó hace algo más de dos décadas
Esquiladores Montaña de León, después de vender ambos sus ovejas. Empezaron el
negocio ellos dos y ahora, en los picos de la campaña, alcanzan los 65
trabajadores. “Nos decidimos porque sabíamos esquilar y no había cuadrillas
profesionalizadas”, subraya. En temporada baja, la plantilla -bastante
reducida- sí es de nacionales, pero los meses de más trabajo ‘importan’ talento
extranjero, principalmente de Uruguay y de Argentina.

Se reparten por cuadrillas y por zonas y aunque trabajan
también en Portugal y desde hace un par de años en Extremadura, su fuerte sigue
siendo Castilla y León. Toda Tierra de Campos y principalmente la provincia de
Zamora les aportan entre el 70 y el 80 por ciento de la faena que llevan a cabo
a lo largo del año y que alcanza el millón y medio de ovejas esquiladas.
También se dedican a la corta de pezuñas.

Peine, cuchillas, tijera (así se denomina la máquina) el
flexible -que engancha el motor con la tijera-, el motor, y el tablero sobre el
que se coloca el esquilador conforman el equipo de trabajo en el que no falta
un ropa especial -llevan dos capas de pantalones, porque el roce con el animal
desgasta mucho la tela- y los mocasines, un calzado plano -nada que ver con el
tipo de zapato del mismo nombre-, que evita que el esquilador resbale en el
tablero y cuya ausencia de tacón permite tener la espalda recta mientras se
trabaja, “algo que se nota mucho al final del día”, explica Alfonso.

El italo-uruguayo Sergio Rivarola, apodado Rivacho, es el
jefe de la cuadrilla. Lleva 25 años viajando a España para esquilar en
temporadas que a veces alarga hasta medio año. “Lo mejor es presentarse a la
aventura todos los días. Cada cuadra es un mundo diferente, es un sistema
diferente o cada lugar al que vayas. En Portugal se hace todo a campo, al aire
libre, sin naves y a veces sin agua. En España está un poco más organizado…
Son diferentes manejos; allí las dejan libres por el campo” explica.

“Para esto tenés que valer, tener actitud y mucha fuerza de
voluntad y mental. Es físico, pero también mental… por la convivencia, el
trabajo. Los problemas tenés que apartarlos todos los días y tratar de sacar
una faena que es muy dura. Hay que respetar a los compañeros, al jefe…” detalla
y reconoce que la experiencia ayuda a mejorar destreza. El esquileo tiene su
truco y hay que estar atento a una máquina “que trabaja a 3.400 vueltas y que
corta tus manos y lo que venga y hay que tener mucho cuidado. La máquina hay
que respetarla”. “Tampoco puedes enojarte con el animal ni con el pastor porque
los animales sean malos”, añade y asegura que sus trabajadores se llevan bien a
pesar la consabida rivalidad entre uruguayos y argentinos. “Los uruguayos son
muy de hacer broma y los argentinos son más pasivos”, comenta.

Gabriel es otro de los integrantes de la cuadrilla. Es
esquilador desde hace 20 años. Tiene 37 y comenzó a trabajar en el campo a los
12, “por no estudiar”. “Te tiene que gustar andar así, no tener que ser
delicado y andar sucio”, comenta este argentino que por segunda vez hace la
campaña de esquileo en España. Sus compatriotas Claudio Raúl, Sebastián y Hugo
también comentan que su oficio “te tiene que gustar”.

“Hay que dejarlas bien esquiladitas, peladas del todo; allá
no es tanto; acá es más complicado. Allá nos rinde más, pero ya le agarramos la
mano a la forma de esquilar acá”, comentan y cifran en torno a 150 las ovejas
que pasan a diario por las manos de cada uno de ellos.

Jesús Machado viaja a España desde hace 12 años para
permanecer durante tres meses por temporada. “Los uruguayos siempre hacemos
buenos trabajos de esquila y en comportamiento” comenta y detalla que allí sí
se preparan para ello de forma específica. “Se hace escuela de esquila Tally Hi
-método por el que se coloca al animal suelto y en posiciones en las que no
patalea y el trabajo para el esquilador resulta más cómodo-”, comenta sobre la
técnica aprendida de países como Australia o Nueva Zelanda.

“Son muy trabajadores. Si no fuera por esta gente, quedarían
las ovejas sin esquilar. En España hay mucho vagamiento, pagan para que no se
trabaje y eso no puede ser”, explica el ganadero, Manuel Bango, y detalla que
de las 4.000 ovejas merinas que tienen repartidas en cuatro localidades
obtendrán unas 16 toneladas de lana que “van a quedar encerradas en una nave,
porque ahora no vale nada”.

Suena una bachata de fondo mientras la cuadrilla, tras un
pequeño descanso, continúa su intenso ritmo de trabajo. “Esto es para gente
dura y sacrificada”, insiste Alfonso sobre un oficio al que de momento no
existe Inteligencia Artificial que lo sustituya, ya que los intentos de
mecanización absoluta llevados a cabo no han resultado exitosos. “En esto sigue
siendo necesaria la mano humana”, concluye.

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