Triunfar en Madrid es vivir para siempre

Triunfar en Madrid es vivir para siempre

Cada mes de mayo, la primavera se reinventa en Madrid. Al andar vivo, entusiasta y alegre con el que el tiempo discurre en Madrid, se le suma el poso feliz de los siglos a través de una tradición que en esta ciudad que se debe y se encarna en el santo labrador que nos sale al encuentro; nuestro Isidro. Sus cuatrocientos años de santo patronazgo a las espaldas le hacen ostentar el fervor, el afecto y las esperanzas de generaciones de madrileños que lo invocamos para pedirle mediación y cuidado.

La certeza de aquella frase que Luis Quiñones Benavente nos regaló en su Baile del infierno y del verano, que rezaba «desde la cuna a Madrid; desde Madrid, al cielo» reside en que el trayecto que va desde la ciudad hasta las alturas los madrileños lo hacemos arropados siempre por el paciente San Isidro.

Tanto es el afecto —y tantos son sus méritos— que, desde mediados del siglo pasado, todas las festividades y festejos que engalanan y avivan Madrid desde hace siglos le han dedicado al patrón la feria taurina más importante del mundo, la que se celebra en la plaza más relevante de todas.

Cada año, bajo su nombre, el llamado «planeta toros» —en expresión del madrileño Antonio Díaz-Cañabate— se reúne en nuestra ciudad para celebrar la fiesta mayor de Madrid, cuya naturaleza ha sido, es y será siempre taurina.

Desde aquellas fiestas de San Juan de 1561 —cuando se celebró la primera corrida de toros en la ciudad en honor al Rey— y hasta hoy, Madrid es vuelo de capote, brillo de luces y hechuras de toro bravo. Por eso, Madrid ha sido y es cuna de toreros, y calidad de tal recordamos este año especialmente a Antonio Chenel, ‘Antoñete’, un torero tan de Madrid que prácticamente nació en Las Ventas.

La temporada de este año será una temporada rematada, como le corresponde al primer coso del mundo. Una Feria llena de potencial y que vuelve a demostrar lo vivo que está el toreo. Son los toros de las mejores ganaderías los que van a reunir juventud y experiencia en un programa que sirve para volver a ver juntas la ilusión de los maestros y las esperanzas de los jóvenes.

Esa Puerta Grande con la que todos sueñan es la Puerta de la Gloria que se abre solo gracias al público madrileño, sensible como pocos hay el mundo, pero inclemente en su exigencia. Los espectadores de Las Ventas, devotos de ese toreo caro y profundo, son los encargados de velar porque Madrid, en el toreo como en la vida, se lo dé todo a quien se entrega.

Decía Don José Ortega y Gasset que «la historia del toreo está ligada a la de España, tanto que, sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda». Ignorarlo es ignorar las hechuras sentimentales y artísticas de España.

El toreo es un arte en el que el respeto por el pasado y el hambre de futuro se reúnen en el presente en una tarde de toros con Las Ventas llena, las banderas quietas, sin una pizca de aire, y ese rumor de nervios y expectación que acompaña a las grandes citas. Este año, ese arte volverá a tener su templo en este ruedo, que responderá abarrotando la plaza con pasión y haciendo de los tendidos llenos la mejor de las defensas para la Tauromaquia

Todo está listo y hay rumores de triunfos. Un año más, Madrid forja las leyendas de la Tauromaquia; grabando con esfuerzo y con sufrimiento sus nombres en la Historia. Porque torear en Madrid es torear con el tiempo y triunfar en Madrid es vivir para siempre. Ya sólo queda decir: «¡Que Dios reparta suerte!».