Umberto Eco puede ser divertido

Umberto Eco puede ser divertido

Para buena parte del mundo, Umberto Eco es el autor de una obra tan fascinante como es «El nombre de la rosa», una obra que se convirtió en un fenómeno literario y donde el semiólogo y filósofo dio rienda suelta a su sabiduría. Eco es visto como un hombre serio, perdido en sus libros, cuando la realidad es que fue alguien muy divertido, muy interesado en el humor y, por qué no, incluso intentar hacer humor. Eso es lo que se puede encontrar en su primera obra, «Filósofos en libertad», que ha recuperado en una deliciosa edición Libros del Zorro Rojo. Es la primera vez que esta curiosidad aparece traducida al castellano.

Este pequeño gran volumen apareció en las librerías italianas en 1958. El escritor escondió su identidad bajo el seudónimo de Dedalus, todo un homenaje al autor irlandés James Joyce, uno de sus indiscutibles héroes. El mismo Eco calificaba este libro como una suerte de «ensayo ligero», además de explicar que los dibujos que forman parte de el fueron realizados durante algunos congresos en la Universidad de Turín. Los jocosos poemas de «Filósofos en libertad» fueron dados a conocer, por primera vez, en un recital público de un joven Umberto Eco en la plaza de San Marcos, en Venecia, en septiembre de 1958, como uno de los curiosos actos del Congreso Internacional de Filosofía que tenía lugar en la ciudad de los canales. De esa lectura fue testigo de excepción Marianne Abbagnano, la responsable de la editorial Taylor, quien no dudó en pedirle a Eco esos materiales para transformarlo en un libro, como así fue, aunque en una edición limitada de 500 ejemplares. Esa primera edición acabó convirtiéndose en una joya de bibliófilo, pero también en obra de culto para los seguidores de Eco y los amantes de la filosofía. El propio autor, en el prólogo de la reedición de 1992 aseguraba con pudor que «sé de gente que lo ha utilizado para preparar los exámenes de selectividad (lo cual, sin ser una lisonja de la obra, es sin duda una vergüenza para esta institución inquisitorial)».

El mismo Eco nunca ocultó su admiración por el mundo del cómic y, en algún caso, se mostró como un verdadero fanático de series humorísticas, siendo especialmente conocida su entrega hacia las tiras cómicas de Snoopy y Charlie Brown de «Peanuts», la celebérrima serie del estadounidense Charles Schulz, con quien se llegó a reunir en un encuentro mítico para los dos autores en París.

Umberto Eco reconocía que muchas de estas composiciones eran una manera de superar las aburridísimas ponencias de los congresos a los que acudía. Nada mejor para superar esas tediosas jornadas. Como él mismo afirmaba: «bromear, sí, pero seriamente».

Los poemas están dedicados a todo tipo de filósofos, desde los presocráticos a los existencialistas pasando por Aristóteles, Tomás de Aquino, René Descartes o Karl Marx, entre otros. Igualmente también hay versos que tiene como protagonistas a Marcel Proust, Thomas Mann o James Joyce. El autor de «El péndulo de Foucault» se atrevió incluso a escribir un poema a la manera de su adorado Dante. Para ser justos la edición española de la obra merece tiene a su favor la ingeniosa traducción de Bernardo Valdés en la nada fácil labor de mantener la frescura del humor del italiano original.

Con «Filósofos en libertad» Umberto Eco demostraba también ser un magnífico dibujante cómico, alguien que con pocos trazos sabía recrear divertidas viñetas que nos pueden recordar a la mejor tradición de las revistas de Bruguera o del «NewYorker».

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