Haz pasta, no amigos

Haz pasta, no amigos

Me piden que defina lo que llevamos de centuria y me acuerdo de una frase que este verano leí en una camiseta: «Make Money Not Friends». El eslogan lo luce un chaval tan orgulloso de sí mismo que imprimiría billetes con su careto si no resultara una actividad ilegal. El prenda es uno de esos críos que frisan la treintena y que deben haber visto más veces de las convenientes «El lobo de Wall Street». O quizá resulta peor y se cree aquel Gordon Gekko de Oliver Stone, aunque, ¿quién ve ya pelis de los noventa?.

Las letras, en blanco, están impresas sobre un fondo negro, como si fuera el fragmento de una canción de Pearl Jam o un estribillo de The Offspring. Y, si no fuera por el mensaje, parecería una de esas prendas que los fans adquieren durante los conciertos de sus bandas preferidas. Solo que aquí no figuran las fechas de ningún tour. Más bien parece uno de esos lemas que tanto les gusta a los publicistas. Vivimos en un lugar tan cínico que la frasecilla serviría para anunciar un perfume la próxima Navidad.

Uno se pregunta, con semejante declaración de principios escritos en la espalda, cómo se las habrá apañado ese muchacho para reunir a cuatro colegas para largarse a la playa. Y, sobre todo, qué clase de tipos han aceptado la invitación de un fulano que asegura sentir más devoción por un billete de cinco euros que por tus desconsuelos. Desde luego, amistad no debe ser. Qué clase de planteamientos existen detrás de un menda y de una sociedad que vende camisetas que anteponen el montante de una nómina al afecto de un amigo. En esta mentalidad de petrolero seguro que muchos están convencidos de que el plantón de una novieta se lleva mejor en el confortable asiento de cuero de un Porsche que con un colega en un bareto.

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