Amor, vino, gastronomía y arquitectura confluyen en la bodega la Dehesa de los Canónigos

Amor, vino, gastronomía y arquitectura confluyen en la bodega la Dehesa de los Canónigos

Entre el saber y el placer se encuentra el turismo de bodegas. Y es que el enoturismo no solo es ocio, sino también historia, cultura, ciencia e incluso, entre otras cosas, una expresión artística. Por ello se puede afirmar que es un turismo con el que se sienten «mariposas en el estómago», no en vano el vino tiene muchas similitudes con el amor.

Sí, visitar bodegas no deja indiferente a nadie, ya que sumerge en una experiencia placentera y emocional en la que además se aprende. Resulta tentador, ¿verdad? Un ejemplo de una bodega que ofrece todo eso es la Dehesa de los Canónigos en el corazón de la Ribera del Duero. En ella confluyen amor, vino, gastronomía y una bonita arquitectura muy singular.

Para empezar, la historia de amor que habita y late en la Dehesa de los Canónigos forma parte de la identidad de esta bodega vallisoletana que se ha convertido, gracias a la pasión que caracteriza a la familia propietaria, en un referente para todos aquellos que buscan una experiencia enoturística más allá de lo corriente. Por otro lado, la llegada de la primavera, con el despertar de la naturaleza y los viñedos vistiéndose de verde intenso tras el mágico «lloro de la vid», es una promesa no escrita de que una escapada a ella en estos meses es un acierto seguro.

Enclavada en la llamada «Milla de Oro de la Ribera del Duero», la biografía de esta bodega es tan seductora como sus propios vinos. Y es por esa razón por la que conocer su pasado resulta esencial para entender su presente y descubrir el alma apasionada que da vida a sus viñedos.

Su historia

El nombre «Dehesa de los Canónigos» se remonta varios siglos atrás, a sus primeros propietarios: un grupo de 22 canónigos del Cabildo de la Catedral de Valladolid. A mediados del siglo XIX, tras varios propietarios después de los canónigos, la finca pasó a manos de un prestigioso arquitecto vasco que construyó la bonita casa a imagen de una casona de estilo vasco, así como las grandes naves que albergan la bodega propiamente dicha. De ahí su peculiar arquitectura.

En 1931 la familia Cid, actual propietaria, se hizo con la Dehesa, sin embargo, por avatares de la vida tuvieron que venderla en los años 60. Fue en ese momento crucial cuando el amor cambió el curso de los acontecimientos. María Luz Cid había grabado en la corteza de uno de los pinos de la Dehesa una frase nostálgica inspirada por el arraigo que sentía a esta tierra que decía: «Dehesa querida, ¿cuándo te volveré a ver?». Luis, su marido, encontró de forma fortuita esa inscripción y el profundo amor que sentía por su mujer le llevó a tomar la decisión de renunciar a su vocación de médico, recuperar la finca y dedicarse en cuerpo y alma a ella. Así se sentaron las bases de lo que Dehesa de los Canónigos representa en la actualidad.

Con Luis Sanz nació la primera añada de la bodega, y es que hasta ese momento la uva cultivada se destinaba exclusivamente a su venta. De esta manera se marcó el principio de los vinos propios de Dehesa de los Canónigos, un punto de partida que sigue con dos de sus hijos: Belén Sanz como enóloga e Iván Sanz ya como director general de la bodega. El valioso legado de la Bodega Dehesa de los Canónigos y la excelencia de sus vinos continúa con ellos.

El cuidado de sus viñedos

Si la historia de amor de Luis y Mari Luz es la identidad propia a esta bodega, la situación geográfica del terruño y el cuidado de sus viñedos es lo que les imprime carácter a sus vinos. Situado sobre la falda de una ladera a 800 metros sobre el nivel del mar, la influencia del clima mediterráneo, así como la composición heterogénea de los suelos y las diferentes edades de las viñas, permiten dividir la finca en subparcelas. De aquí, de este viñedo que bebe de su propia historia y orografía, nacen unos vinos finos, elegantes y con aptitud para la crianza.

Sobre lo segundo, el cuidado de los viñedos, reina la filosofía de Luis Sanz, «antes uvas que cubas», basada en que en sus vinos la influencia de la madera de la barrica fuera muy sutil, siendo primordial para él los aromas y sabores naturales de la uva. Además, la Dehesa vive en una permanente evolución, intentando siempre mejorar sin perder su esencia histórica y la personalidad de sus vinos. En este sentido, cabe destacar su compromiso con el medioambiente, la naturaleza y la sostenibilidad, algo que certifica su Certificado de Agricultura Ecológica.

Cata de vino y gastronomía, la experiencia completa

Sin duda, la visita a la bodega Dehesa de los Canónigos es muy interesante como vivencia, ya sea para aficionados principiantes o veteranos del enoturismo. Durante ella se recorre el camino que realizan las uvas desde la vendimia, pasando por las naves de elaboración y crianza hasta que el vino que producen es embotellado.

Destaca de la experiencia que en las mencionadas naves seducen sus vigas, sus muros de adobe y barricas originales de hace casi 200 años, mientras que el olor a uva, vino y madera impregnan la atmósfera de luz tenue y temperatura fresca; condiciones perfectas para que el vino repose hasta llegar a la botella. Tras esta zona de la bodega se sale a un precioso y enorme jardín privado. También, y como dato importante, a lo largo del recorrido se encuentran obras repartidas por diferentes puntos realizadas por el artista conceptual Raúl Mejías, las cuales son testimonio de la profunda unión de esta bodega al mundo del arte, ¡resultan un auténtico espectáculo visual!

Como broche final, una deliciosa cata de dos de sus vinos más emblemáticos: Dehesa de los Canónigos y Solideo, acompañados de un cuidado aperitivo. Pero si se desea vivir una experiencia completa añadiendo gastronomía, la visita enoturística puede no acabar aquí, y es que es posible reservar para comer en su recientemente abierto restaurante «La Cocina de la Dehesa». Sus elaborados platos tienen sabor al cariño intenso de las madres y abuelas, ya que proceden del antiguo recetario familiar de Mari Luz y cada bocado conecta al comensal con esta tierra. Lo cierto es que la Cocina de la Dehesa es como su vino: auténtica, honesta, sincera y emotiva.

En este punto, hay que añadir que el carácter emotivo descrito de la Dehesa de los Canónigos es casi físicamente palpable en un viñedo muy especial junto a la entrada. De sus vides, la venta del vino de cada añada es destinada a una asociación benéfica. Se trata de una parcela única y con personalidad propia tanto por su suelo como por los pinos centenarios que lo arropan, algo que acredita un monolito de carácter solidario que se alza invitando a reflexionar sobre lo importante y fácil que es sumarse a la solidaridad.

Lo cierto es que la Dehesa de los Canónigos es mucho más que una bodega donde se elaboran vinos. Es un ente con vida propia que nació del amor entre Luis y Mari Luz, y creció arropado por el maravilloso entorno hasta ser hoy un referente enoturístico de la Ribera del Duero que ofrece una experiencia completa gracias a su historia, arquitectura, excelentes vinos y una cocina que sabe a familia y apego a la tierra, un maridaje perfecto que logra que cada sorbo de su vino allí produzca el placer de un beso y envuelva en una locura placentera. ¿No cree que esta bodega bien merece una visita?

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