Pere Aragonès suele contar que siente una notable afición por la cocina. Su escaso entusiasmo por el deporte y por los pasatiempos que permiten desconectar y oxigenar la cabeza lo compensa en los fogones. Dice que trastear entre ollas y cazuelas le destensa. Repasar recetas, comenta, le sirve incluso para combatir el insomnio. La cocina exige control del tiempo y de la temperatura, algo que ha echado en falta para gestionar su tramo final de mandato y que ha precipitado su renuncia. Este lunes anunció que se va “por responsabilidad” después de lograr solo 20 diputados en las elecciones del domingo, lo cual él mismo calificó como unos “muy malos resultados”.